miércoles, 20 de marzo de 2013
75-89
CANTO IV
Cuando algún sufrimiento o alegría de alguna facultad nuestra se adueña, toda en e lla se centra
nuestra alma, y no atiende a ninguna otra potencia y es esto contra aquel error que opina que un
alma sobre otra alma arda en nosotros.
Por eso, cuando se oye o se ve algo que atraiga al alma fuertemente a ello, el tiempo pasa y nada el
hombre advierte; porque es una potencia la que escucha, y otra la que retiene al alma entera: una
está casi presa, y la otra libre.
Puede experimentar de veras esto, escuchando a aquel alma y admirando; pues bien cincuenta
grados ya subido había el sol, sin darme cuenta, cuando llegamos donde, a una, aquellas almas
gritaron: «Aquí está lo que buscáis. » Mayor portillo muchas veces cierra con un manojo apenas de
zarzales el campesino al madurar la uva, de lo que era la senda que subimos, yo detrás de mi guía,
los dos solos.
al partir de nosotros aquel grupo.
Se va a Sanleo, a Noli se desciende, se sube a Bismantova hasta la cumbre a pie, pero volar aquí
es preciso; digo con leves alas y con plumas del deseo, detrás de aquel llevado, que me daba
esperanza y me alumbraba.
Por un girón subimos de la roca, cuyas paredes casi se juntaban, y el suelo nos pedía pies y manos.
Cuando ya al borde superior llegamos de la alta base, a un sitio descubierto «Maestro --dije- ¿qué
camino haremos?» Y él me dijo: «No tuerzas ningún paso; únicamente sígueme hacia el monte,
hasta que llegue alguna escolta sabia. » La cima, de tan alta, era invisible y aún más pina la cuesta
que la raya que une el medio cuadrante con el centro.
Estaba muy cansado y exclamé: «Oh dulce padre, vuélvete y advierte que solo quedaré, si no te
paras. » «Hijo --me contestó-- sube hasta allí», un repliegue más alto señalando que por allí giraba
todo el monte.
Tanto me espolearon sus palabras, que me esforcé trepando tras de él hasta que puse pies en la
cornisa.
Nos sentamos los dos vueltos a oriente, donde estaba el camino que subimos, que siempre de
mirar es agradable.
La vista dirigí primero abajo; luego arriba, hacia el sol, y me admiraba que nos hería por el lado
izquierdo.
Bien comprendió el poeta que yo estaba por el carro solar estupefacto, que entre nosotros y Aquilón
nacía.
Por lo cual me explicó: «Si los Gemelos fuesen en compañía de ese espejo que lleva la luz arriba y
abajo, verías al Zodiaco enrojecido girar aún más cercano de las Osas, si no saliera del camino
usado.
Cómo pueda ocurrir, pensarlo puedes si atentamente observas que Sión en la tierra se opone a esta
montaña; un horizonte mismo tienen ambas y hemisferios diversos; y el camino que mal supiera
recorrer Faetonte, podrás ver cómo en ésta va por uno, y por aquella por el otro lado, si lo ves claro
con la inteligencia. » «Cierto maestro -dije- que hasta ahora no i claro, como lo discierno, allí donde
mi ingenio me faltaba, que la mitad del cielo que alto gira, que se llama Ecuador en algún arte, y
entre sol y entre invierno se halla siempre, por la causa que dices, dista tanto respecto al
Septentrión, cuanto en Judea lo contemplaban en la parte cálida.
Mas sabría gustoso, si quisieras, cuánto habremos de andar; pues sube el monte más de lo que
subir pueden mis ojos. » Y él me dijo: «Este monte es de tal modo, que siempre pesa al comenzar
abajo; y cuando más se sube, menos daña.
Y así cuando le sientas tan suave, que te haga caminar ya tan ligero como nave que empuja la
corriente, habrás llegado al fin de este sendero: reposar allí espera tu fatiga.
Más no respondo, y esto lo sé cierto. » Y después de decir estas palabras, oímos una voz cercana:
«¡Acaso necesites sentarte mucho antes!» Los dos al escucharle nos volvimos, y vimos a la
izquierda un gran peñasco, que antes ninguno habíamos notado.
Allí fuimos; y había allí personas que estaban a la sombra de la piedra como se pone el hombre por
vagancia.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
Y uno, que fatigado parecía, se sentaba abrazando sus rodillas, con el rostro inclinado puesto entre
ellas.
«Oh mi dulce señor -dije- contempla al que más negligente no verías si la pereza fuese hermana
suya. » Entonces se volvió, mirando atento, levantando su rostro de los muslos: «¡Sube tú, puesto
que eres tan valiente!» Supe quién era entonces, y el cansancio que aún el aliento un poco me
cortaba, no me impidió acercarme a él; y cuando estuve al lado, alzó la vista apenas diciendo: «
¿Has entendido cómo el sol lleva su carro por el hombro izquierdo?» Sus gestos perezosos y sus
breves palabras me causaron leve risa; Después: «Belacqua -dije- no me duelo ya de ti; pero di, ¿por
qué te sientas aquf precisamente? ¿escolta esperas, o la antigua costumbre te domina?» Y él: «De
qué sirve, hermano, el ir a arriba, pues no me dejaría ir al castigo el ángel del Señor que está en la
puerta.
Es necesario que antes gire el cielo sobre mí tantas veces, cuanto en vida, pues que dejé para el
final el llanto; si es que antes no me ayuda la oración.
de un corazón surgida que esté en gracia: porque la otra en el cielo no se escucha. » Y ya delante de
mí iba el poeta, diciendo: «Vamos ven, mira que toca el sol el meridiano, y en la orilla cubre el pie de
la noche ya Marruecos. »
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
CANTO V
De esa sombra me había separado, y seguía los pasos de mi guía, cuando detrás de mí, su dedo
alzando, una gritó: «iMirad, que no iluminan los rayos a la izquierda del de abajo, y cual vivo parece
comportarse!» Volví los ojos al oír aquello, y los vi que miraban asombrados, sólo a mí, y a la luz que
interceptaba.
«¿Tú ánimo por qué se enreda tanto -dijo el maestro- que el andar retardas? ¿qué te importa lo que
esos cuchichean? Deja hablar a la gente y ven conmigo: sé como aquella torre que no tiembla
nunca su cima aunque los vientos soplen; pues aquel en quien bulle un pensamiento sobre otro
pensamiento, se extravía, porque el fuego del uno ablanda al otro. » ¿Qué podía decir si no: « Ya
voy»? Díjelo, más cubriéndome el color que digno de perdón al hombre vuelve.
Mientras tanto a través de la ladera una gente venía hacia nosotros, cantando el «Miserere», verso a
verso.
Cuando notaron que ocasión no daba de atravesar los rayos con mi cuerpo, por un gran «Oh»
cambiaron su cantiga; y dos de ellos, en forma de emisarios, corrieron hacia mí y me preguntaron:
«Haznos saber de vuestra condición» Y mi maestro: «Bien podéis marcharos y a aquellos que os
mandaron referirles que el cuerpo de éste es carne verdadera.
Si al contemplar su sombra se pararon, como yo creo, baste la respuesta: hacedle honor, que acaso
os aproveche. » Tan rápidos vapores encendidos no vi rasgar el cielo en plena noche, ni las nubes
de agosto en el ocaso, como aquellos a lo alto se volvieron, y junto a los demás dieron la vuelta,
como un tropel sin freno hacia nosotros.
«Mucha es la gente que a nosotros viene, y te quieren rogar --dijo el poeta- : mas sigue andando, y
caminando escucha. » «Oh alma que caminas con aquellos miembros con que naciste, a ser
dichoso, -se acercaban gritando- aquieta el paso.
Mira si a alguno de nosotros viste, para que de él allí noticias lleves: ¡Ah!, ¿por qué sigues? ¡Ah!,
¿por qué no paras? Todos muertos violentamente fuimos, y hasta el último instante pecadores; la luz
del cielo entonces nos dio juicio y, arrepentidos, perdonando, fuera salimos de la vida en paz con
Dios, y el deseo de verle nos aflige. » Y yo: «Por más que mire vuestros rostros no os reconozco:
mas si deseáis algo que pueda hacer, buenos espíritus, decidmelo y lo haré, por esa paz que, detrás
de los pasos de mi guía, de mundo en mundo buscar se me hace. » Y uno repuso: «Todos nos
fiamos de tus bondades sin que nos lo jures, si es que tu voluntad no es impedida.
Por lo que yo que hablé antes que los otros, te ruego, que si ves esa comarca que está entre la
Romaña y la de Carlos, que de tus ruegos me hagas cortesía en Fano, y que por mi bien se suplique,
y las graves ofensas purgar pueda.
Allí nací, mas los profundos huecos por los que huyó la sangre en que vivía, en tierras de Antenor
me fueron hechos, donde estar confiaba más seguro: que lo mandó el de Este, pues me odiaba más
de lo que el derecho lo permite.
Pero si hacia la Mira hubiese huido, cuando fui sorprendido en Oriaco, aun estaría donde se respira.
Corrí al pantano, donde cieno y cañas estorbaron mi paso y me caí; y vi mi sangre en tierra hacer un
lago. » Luego otro dijo: «¡Ay, así el deseo se cumpla que te trae a esta montaña, con piedad
bondadosa ayuda al mío! Yo nací en Montefeltro, soy Bonconte; Giovanna y los demás no me
recuerdan, y sigo a estos con la frente gacha. » Y le dije: «¿qué fuerza o qué aventura de
Campaldino te llevó tan lejos que tu sepulcro nunca se ha encontrado?» «Oh -me repuso-, al pie del
Casentino un agua corre que se llama Arquiano, nace en los Apeninos, sobre el Ermo.
Donde su nombre ya no necesita, llegué con una herida en la garganta, huyendo a pie y
ensangrentando el llano.
Allí perdí la vista, y mi palabra terminó con el nombre de María, y allí al caer mi carne quedó sola.
Te diré la verdad y tú a los vivos:.
un ángel me cogió, y el del Infierno gritaba: «Oh tú, el del Cielo, ¿por qué quieres privarme de él,
llevándote lo eterno, porque una lagrimilla me lo quita? mas yo tendré el gobierno de lo otro. » «Bien
sabes que en el aire se recoge el húmedo vapor que se hace agua, en cuanto sube donde encuentra
el frío.
Llegó aquel mal querer, que males busca con su sabiduría, y humo y viento movió con el poder de
que es dotado.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
El valle entonces, cuando cayó el día, se cubrió desde el monte a Protomagno de niebla; y todo el
cielo se nubló, y el aire denso convirtióse en agua; cayó la lluvia, y vino a los barrancos toda la que la
tierra no absorbía; y como se juntara en torrenteras, tan veloz en el rfo principal cayó, que nada pudo
retenerla.
Mi cuerpo helado, en donde desemboca halló al soberbio Arquiano: y éste al Arno lo arrastró,
deshaciendo de mi pecho la cruz que hiciera del dolor vencido; me volteó en la orilla y en el fondo, y
me cubrió y ciñó con sus botines. » «Ay, cuando al mundo regresado hayas, y descansado de la
larga ruta -siguió un tercer espíritu al segundo- recuerdame, soy Pía, me hizo Siena, Maremma me
deshizo: bien lo sabe aquel que, luego de poner su anillo, con su gema me había desposado. »
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
CANTO VI
Cuando se acaba el juego de la zara, el perdedor se queda algo mohino y triste aprende, repitiendo
lances; con el otro se va toda la gente; cuál va delante, cuál detrás le agarra, cuál a su lado quiere
darle coba; él no se para y los escucha a todos; a quien tiende la mano, al fin le suelta; y así de aquel
gentío se ve libre.
Tal entre aquella turba me encontraba, de aquí y de allá volviéndoles el rostro, y prometiendo me
soltaba de ellos.
Estaba el Aretino, quien del brazo fiero de Ghin de Tacco halló la muerte, y el otro que se ahogó
yendo de caza.
Suplicaba, tendiéndome las manos, Federico Novello, y el de Pisa que hiciera parecer fuerte a
Marzucco.
Vi al conde Orso y su alma separada de su cuerpo por odio y por envidia, como decia, y no por
culpa alguna.
Pier de la Broccia digo; y que provea, mientras que aún está aquí, la de Brabante si con peor
rebaño andar no quiere.
Cuando ya me libré de todas esas sombras que suplicaban otras súplicas, porque su salvación les
llegue antes, yo comencé: « Parece que me niegas expresamente, oh luz, en algún texto que
aplaque la oración leyes del cielo; y esta gente por ello sólo ruega: ¿es que vanas son pues sus
esperanzas, o es que no he comprendido bien tu texto?» Y él me dijo: «Es sencilla mi escritura; y en
esperar ninguno se equivoca, si con la mente clara bien se mira; pues la cima del juicio no se allana
porque el fuego de amor cumpla en un punto lo que satisfacer aquí se espera; y allí donde hice tal
afirmación, no se enmendaba, por rezar, la culpa, pues la oración de Dios estaba lejos.
No te fijes en dudas tan profundas sino tan sólo en lo que diga aquella que entre mente y la verdad
alumbre.
No sé si entiendes: de Beatriz te hablo; arriba la verás, sobre la cima de este monte, dichosa y
sonriendo. » Y yo: «Señor, vayamos más aprisa, que ya no estoy cansado como antes, y ya veo que
el monte arroja sombra. » « Caminaremos mientras dure el día -él me repuso- el tiempo que
podamos; mas no es la cosa como la imaginas.
Antes de estar arriba, volverás a ver aquel que oculta la ladera, de modo que sus rayos ya no
rompes.
Pero mira aquel alma que allá inmóvil, completamente sola, nos contempla: el camino más corto ha
de mostrarnos.
Nos acercamos: ¡oh ánima lombarda qué altiva y desdeñosa aparecías, qué noble y lenta en el
mover los ojos! Ella no nos decía una palabra, mas nos dejaba andar, sólo mirando a guisa de león
cuando reposa.
Mas Virgilio acercóse a él, pidiendo que nos mostrase la mejor subida; pero a su ruego nada
respondió, mas de nuestro país y nuestra vida nos preguntó; y mi guía comenzaba «Mantua.
.
. » y la sombra, toda en ella absorta, vino hacia él del sitio en que se hallaba diciendo: «¡Oh
mantuano, soy Sordello, soy de tu misma tierra!», y se abrazaron.
¡Ah esclava Italia, albergue de dolores, nave sin timonel en la borrasca, burdel, no soberana de
provincias! Aquel alma gentil tan prestamente, sólo al oír el nombre de su tierra, comenzó a festejar a
su paisano, y en ti ahora sin guerras no se hallan tus vivos, y se muerden unos a otros, los que un
foso y un muro mismo encierran.
Busca, mísera, en torno de tus costas tus playas, y después mira en el centro, si alguna parte en ti
de paz disfruta.
¿De qué vale que el freno te pusiera, Justiniano, si nadie hay en la silla? Menor fuera sin ése la
vergüenza.
Ah gentes que debíais ser devotas, y consentir al César en su trono, si aquello que Dios manda
comprendieseis, esa fiera mirad cuán indomable, por no ser corregida por la espuela, al poner en las
riendas vuestras manos.
¡Oh tú, tedesco Alberto, que la dejas al verla tan salvaje y tan indómita, y debiste apretarle los
ijares, caiga de las estrellas justo juicio sobre tu sangre, y sea nuevo y claro, tal que tu sucesor le
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
tenga miedo! Pues habéis consentido tú y tu padre, por la codicia de eso distraídos, que el jardín del
imperio esté desierto.
Ven y vé a Capuletos y Montescos, Filipeschos, Monaldos, ah, indolente, esos ya tristes, y estos
con recelos! ¡Ven, cruel, ven y vé la tirania de tus nobles, y cura sus desmanes; verás a Santaflora
tan oscura! Ven y contempla tu Roma llorando viuda y sola, llamando noche y día: « Oh mi César,
por qué no me acompañas?» ¡Verás lo mucho que se quieren todos! y si a piedad ninguna te
movemos, ven y tendrás vergüenza de tu fama.
Y si me es permitido, oh sumo Jove que por nosotros en cruz te pusieron, ¿es que has vuelto los
ojos a otra parte? ¿o te estás preparando, en el abismo de tus designios, para hacer un bien que se
escapa del todo a nuestra mente? Pues llenas de tiranos las ciudades están de Italia toda, y un
Marcelo se vuelve cualquier ruin que entra en un bando.
Puedes estar contenta, ah, mi Florencia, por esta digresión que no te alcanza, pues se las sabe
solventar tu pueblo.
La justicia en su pecho muchos guardan, y, prudentes, disparan tarde el arco; mas tu pueblo la tiene
en plena boca.
Muchos rechazan cargos oficiales, mas tu pueblo solícito responde sin ser llamado, y grita: «iYo lo
acepto!» ¡Alégrate, porque motivos tienes: tú rica, tú con paz, y tú prudente! De si digo verdad, están
las muestras.
Las Atenas y Espartas, que inventaron las viejas leyes tan civilizadas del bien vivir, hicieron débil
prueba comparadas contigo, pues que haces tan sutiles decretos, que a noviembre los que hiciste en
octubre nunca llegan.
Hasta donde recuerdo, ¿cuántas veces leyes, monedas, hábitos y oficios, has mudado, y cambiado
de habitantes? Y si te acuerdas bien y lo ves claro, te verás semejante a aquella enferma que no
encuentra reposo sobre plumas, mas dando vueltas calma sus dolores.
.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
CANTO VII
Los saludos corteses y dichosos por tres y cuatro veces reiterados, Sordello se apartó y dijo: «¿Quién
sois?» «Antes de que llegaran a este monte las almas dignas de subir a Dios, Octavio dio a mis
huesos sepultura.
Yo soy Virgilio; y por culpa ninguna, salvo el no tener fe, perdí los cielos. » Así repuso entonces mi
maestro.
Como queda quien ve súbitamente algo maravilloso frente a él, que cree y que no, diciendo «Es.
.
.
, o no es.
.
. », aquel así; después bajó los ojos, y se volvió hacia él humildemente, y le abrazó donde el menor
se agarra.
«Gloria de los latinos, por el cual mostró cuánto podia nuestra lengua, oh prez eterna, del pueblo
natal, qué mérito o qué gracia a mí te muestra? Si de escuchar soy digno tus palabras, dime si acaso
vienes del infierno. » «Por los recintos todos de aquel reino doliente, aquí he llegado -respondió- y,
enviado del cielo, con él vengo.
Perdí, no por hacer, mas por no hacer, el ver el alto sol que tú deseas, pues que fue tarde por mí
conocido.
No entristecen martirios aquel sitio sino tinieblas sólo; y los lamentos no suenan como ayes, son
suspiros.
Allí estoy con los niños inocentes del diente de la muerte antes mordidos que de la humana culpa
fueran libres.
Con aquellos estoy que las tres santas virtudes no vistieron, mas sin vicio.
supieron y siguieron las restantes.
Mas si sabes y puedes, un indicio danos, con que poder llegar más pronto a donde el purgatorio da
comienzo. » Respondió: «Un lugar fijo no me han puesto; y me es licito andar por todos lados; te
acompaño cual gu(a mientras pueda.
Pero contempla cómo cae el día, y subir por la noche no se puede; será bueno pensar en un refugio.
A la derecha hay almas retiradas; si lo permites, a ellas te conduzco, y te dará placer el conocerlas.
«¿Cómo es eso? -repuso- ¿quien quisiese subir de noche, se lo impediría alguno, o es que él mismo
no pudiera? Y el buen Sordello en tierra pasó el dedo diciendo: «¿Ves?, ni siquiera esta raya
pasarías después de que anochezca: no porque haya otra cosa que te impida subir, sino las sombras
de la noche; que, de impotencia, quitan los deseos.
Con ellas bien podrías descender y caminar en torno de la cuestra, mientras que al día encierra el
horizonte. » Entonces mi señor, casi admirado, «llévanos -dijo- donde nos contaste, pues podrá ser
gozosa la demora».
De allí poco alejados estuvimos, cuando noté que el monte estaba hendido, del modo como un valle
aquí los hiende.
«Allí -dijo la sombra-, marcharemos donde la cuesta hace de sí un regazo; y esperaremos allí el
nuevo día. » Entre llano y pendiente, un tortuoso camino nos condujo hasta la parte del valle de
laderas menos altas.
Oro, albayalde, grana y plata fina, indigo, leño lúcido y sereno, fresca esmeralda al punto en que se
quiebra, por las hierbas y flores de aquel valle, sus colores serían derrotados, como el mayor derrota
al más pequeño.
No pintó solamente alll natura, mas con la suavidad de mil olores, incógnito, indistinto, uno creaba.
Salve Regina, sobre hierba y flores sentadas, vi a unas almas que cantaban, que no vimos por
fuera de aquel valle.
«Antes que el poco sol vuelva a su nido -comenzó nuestro guta el Mantuano - no pretendáis que
entre esos os conduzca.
Mejor desde esta loma las acciones y los rostros veréis de cada uno, que mezclados con ellos allá
abajo.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
Quien más alto se sienta y que parece desatender aquello que debiera, y no mueve la boca con los
otros, Rodolfo fue, que pudo, con su imperio, sanar las plagas que han matado a Italia, y así tarde el
remedio de otros llega.
Aquel que le consuela con la vista, rigió la tierra donde el agua nace que al Albia el Molda, el Albia
al mar se lleva.
Otocar se llamó, y desde la infancia fue mejor que el barbudo Wenceslao, su hijo que lujuria y ocio
pace.
Y aquel chatito que charla muy junto con aquel de un aspecto tan benigno, murió escapando y
desflorando el lirio: ¡Ved allí cómo el pecho se golpea! Mirad al otro que ha hecho a su mano de su
mejilla, suspirando, lecho.
Del mal de Francia son el padre y suegro: saben su villa sucia y enviciada; de esto viene el dolor
que les lancea.
Aquel tan corpulento que acompasa su canto con aquel tan narigudo, de toda las virtudes ciñó
cuerda; y si rey después de él hubiera sido el jovencito sentado detrás, iría la virtud de vaso en vaso.
No es lo mismo los otros herederos; tienen el trono Jaime y Federico; mas el lote mejor ninguno
tiene.
Raras veces renace por las ramas la probidad humana; y esto quiere quien la otorga, para que la
pidamos.
También esto concierne al narigudo y no menos que a Pedro, con quien canta, de quien Pulla y
Provenza se lamentan.
Tan inferior la planta es a su grano, cuanto, más que Beatriz y Margarita, Constanza del marido se
envanece.
Mirad al rey de la vida sencilla sentado aparte, Enrique de Inglaterra: el vástago mejor tiene en sus
ramas.
Aquel que está más bajo echado en tierra, mirando arriba, es Guillermo el marqués, por quien a
Alejandría y sus batallas lloran el Canavés y Monferrato.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
CANTO VIII
Era la hora en que quiere el deseo enternecer el pecho al navegante, cuando de sus amigos se
despide; y que de amor el nuevo peregrino sufre, si escucha lejos una esquila, que parece llorar el
día muerto; cuando yo comencé a dejar de oír, y a mirar hacia un alma que se alzaba.
pidiendo con la mano que la oyeran.
Juntó y alzó las palmas, dirigiendo los ojos hacia oriente, de igual modo que si dijese a Dios: «Sólo
en ti pienso. » Con tanta devoción Te lucis ante le salió de la boca en dulces notas, que le hizo a mi
mente enajenarse; y las otras después dulces y pías seguir tras ella, completando el himno, puestos
los ojos en la extrema esfera.
A la verdad aguza bien los ojos, lector, que el velo ahora es tan sutil, que es fácil traspasarlo
ciertamente.
Yo aquel gentil ejército veía callado luego contemplar el suelo, como esperando pálido y humilde; y
vi salir de lo alto y descender dos ángeles con dos ardientes gladios truncos y de la punta
desprovistos.
Verdes como las hojas más tempranas sus ropas eran, y las verdes plumas por detrás las batfan y
aventaban.
Uno se puso encima de nosotros, y bajó el otro por el lado opuesto, tal que en medio las gentes se
quedaron.
Bien distinguía su cabeza rubia; mas su rostro la vista me turbaba, cual facultad que a demasiado
aspira.
«Vinieron del regazo de María -dijo Sordello- a vigilar el valle, por la serpiente que vendrá muy
pronto. » Y yo, que no sabía por qué sitio, me volví alrededor y me estreché a las fieles espaldas,
todo helado.
«Ahora bajemos -añadió Sordello- entre las grandes sombras para hablarles; pues el veros muy
grato habrá de serles. » Sólo tres pasos creo que había dado y abajo estuve; y vi a uno que miraba
hacia mí, pareciendo conocerme.
Tiempo era ya que el aire oscureciera, mas no tal que sus ojos y los míos lo que antes se ocultaba
no advirtiesen.
Hacia mí vino, y yo me fui hacia él: cuánto me complació, gentil juez Nino, cuando vi que no estabas
con los reos.
Ningún bello saludo nos callamos luego me preguntó: « ¿Cuándo llegaste al pie del monte por
lejanas aguas?» «Oh -dije- vine por los tristes reinos esta mañana, en mi primera vida, aunque la
otra, andando así, pretendo. » Y cuando fue escuchada mi respuesta, Sordello y él se echaron hacia
atrás como gente de súbito turbada.
Volvióse uno a Virgilio, el otro a alguien sentado allí y gritó: «¡Mira, Conrado! ven a ver lo que Dios
por gracia quiere. » Y vuelto a mí: « Por esa rara gracia que debes al que de ese modo esconde sus
primeros porqués, que no se entienden, cuando hayas vuelto a atravesar las ondas di a mi Giovanna
que en mi nombre implore, en donde se responde a la inocencia.
No creo que su madre ya me ame luego que se cambió las blancas tocas, que conviene que, aún,
¡pobre!, las quisiera.
Por ella fácilmente se comprende cuánto en mujer el fuego de amor dura, si la vista o el tacto no lo
encienden.
Tan bella sepultura no alzaría la sierpe del emblema de Milán, como lo haría el gallo de Gallura. »
Así dijo, y mostraba señalado su aspecto por aquel amor honesto que en el pecho se enciende con
mesura.
Yo alzaba ansioso al cielo la mirada, adonde son más tardas las estrellas, como la rueda más
cercana al eje.
Y mi guía: « ¿Qué miras, hijo, en lo alto?» Y yo le dije: «Aquellas tres antorchas por las que el polo
todo hasta aquí arde. » Y él respondió: « Las cuatro estrellas claras que esta mañana vimos, han
bajado y éstas en su lugar han ascendido» Mientras hablaba cogióle Sordello diciendo: «Ved allá a
nuestro adversario»; y para que mirase alzó su dedo.
De aquella parte donde se abre el valle había una serpiente, acaso aquella que le dio a Eva el
alimento amargo.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
Entre flores y hierba iba el reptil, volviendo la cabeza, y sus espaldas lamiendo como bestia que se
limpia.
Yo no lo vi, y por eso no lo cuento, qué hicieron los azores celestiales; pero bien vi moverse a uno y
a otro.
Al escuchar hendir las verdes alas, escapó la serpiente, y regresaron a su lugar los ángeles a un
tiempo.
La sombra que acercado al juez se había cuando este la llamó, mientras la lucha no dejó ni un
momento de mirarme.
« Así la luz que a lo alto te conduce encuentre en tu servicio tanta cera, cuanta hasta el sumo
esmalte necesites, -comenzó- si noticia verdadera de Val de Magra o de parte vecina conoces,
dímela, que allí fui grande.
Me llamaba Corrado Malaspina;.
no el antiguo, sino su descendiente; a mis deudos amé, y he de purgarlo.
«Oh -yo le dije- por vuestras comarcas no estuve nunca; pero no hay un sitio en toda Europa que
las desconozca.
La fama con que se honra vuestra casa, celebra a los señores y a sus tierras, tal que sin verlas
todos las conocen.
Y yo os juro que, así vuelva yo arriba, vuestra estirpe honorable no desdora el precio de la bolsa y
de la espada.
Uso y natura así la privilegian, que aunque el malvado jefe tuerza el mundo, derecha va y
desprecia el mal camino. » y él: «Marcha pues, que el sol no ha de ocupar siete veces el lecho que
el Carnero cubre y abarca con sus cuatro patas, sin que esta opinión tuya tan cortés claven en tu
cabeza con mayores clavos que las palabras de los otros, si el transcurrir dispuesto no se para. »
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
CANTO IX
Del anciano Titón la concubina emblanquecía en el balcón de oriente, fuera ya de los brazos de su
amigo; en su frente las gemas relucían puestas en forma del frío animal que con la cola a la gente
golpea; la noche, de los pasos con que asciende, dos llevaba en el sitio en donde estábamos, y el
tercero inclinaba ya las alas; cuando yo, que de Adán algo conservo, adormecido me tumbé en la
hierba donde los cinco estábamos sentados.
Cuando a sus tristes layes da comienzo la golondrina al tiempo de alborada, acaso recordando el
primer llanto, y nuestra mente, menos del pensar presa, y más de la carne separada, casi divina se
hace a sus visiones, creí ver, en un sueño, suspendida un águila en el cielo, de áureas plumas, con
las alas abiertas y dispuesta a descender, allí donde a los suyos dejara abandonados Ganimedes,
arrebatado al sumo consistorio.
¡Acaso caza ésta por costumbre aquí –pensé-, y acaso de otro sitio desdeña arrebatar ninguna
presa! Luego me pareció que, tras dar vueltas, terrible como el rayo descendía, y que arriba hasta el
fuego me llevaba.
Allí me pareció que ambos ardíamos; y el incendio soñado me quemaba tanto, que el sueño tuvo
que romperse.
No de otro modo se inquietara Aquiles, volviendo en torno los despiertos ojos y no sabiendo dónde
se encontraba, cuando su madre de Quirón a Squira en sus brazos dormido le condujo, donde
después los griegos lo sacaron; cual yo me sorprendí, cuando del rostro el sueño se me fue, y me
puse pálido, como hace el hombre al que el espanto hiela.
Sólo estaba a mi lado mi consuelo, y el sol estaba ya dos horas alto, y yo la cara al mar tenía
vuelta.
«No tengas miedo - mi señor me dijo-; cálmate, que a buen puerto hemos llegado; no mengües, mas
alarga tu entereza.
Acabas de llegar al Purgatorio: ve la pendiente que en redor le cierra; y ve la entrada en donde se
interrumpe.
Antes, al alba que precede al día, cuando tu alma durmiendo se encontraba, sobre las flores que
aquel sitio adornan, vino una dama, y dijo: «Soy Lucía; deja que tome a éste que ahora duerme; así
le haré más fácil el camino. » Sordello se quedó, y las otras formas; Te cogió y cuando el día
clareaba, vino hacia arriba y yo tras de tus pasos.
Te dejó aquí, mas me mostraron antes sus bellos ojos esa entrada; y luego ella y tu sueño a una se
marcharon. » Como un hombre que sale de sus dudas y que cambia en sosiego sus temores,
después que la verdad ha descubierto, cambié yo; y como sin preocupaciones me vio mi guía, por la
escarpadura anduvo, y yo tras él hacia lo alto.
Lector, observarás cómo realzo mis argumentos, y aún con más arte si los refuerzo, no te
maravilles.
Nos acercamos hasta el mismo sitio que antes me había parecido roto, como una brecha que un
muro partiera, vi una puerta, y tres gradas por debajo para alcanzarla, de colores varios, y un portero
que aún nada había dicho.
Y como yo aún los ojos más abriera, le vi sentado en la grada más alta, con tal rostro que no pude
mirarlo; y una espada tenía entre las manos, que los rayos así nos reflejaba, que en vano a ella dirigí
mi vista.
«Decidme desde allí: ¿Qué deseáis -él comenzó a decir- ¿y vuestra escolta? No os vaya a ser
dañosa la venida. » «Una mujer del cielo, que esto sabe, -le respondió el maestro- nos ha dicho
antes, id por allí, que está la puerta. » «Y ella bien ha guiado vuestros pasos -cortésmente el portero
nos repuso- : venid pues y subid los escalones.
Allí subimos; y el primer peldaño era de mármol blanco y tan pulido, que en él me espejeé tal como
era.
Era el segundo oscuro más que el perso hecho de piedra áspera y reseca, agrietado a lo largo y a lo
ancho.
El tercero que encima descansaba, me pareció tan llameante pórfido, cual la sangre que escapa de
las venas.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
Encima de éste colocaba el ángel de Dios, sus plantas, al umbral sentado, que piedra de diamante
parecía.
Por los tres escalones, de buen grado, el guía me llevó, diciendo: «Pide humildemente que abran el
cerrojo. » A los pies santos me arrojé devoto; y pedí que me abrieran compasivos, mas antes di tres
golpes en mi pecho.
Siete P, con la punta de la espada, en mi frente escribió: «Lavar procura estas manchas - me dijocuando
entres. » La ceniza o la tierra seca eran del color mismo de sus vestiduras; y de debajo se
sacó dos llaves.
Era de plata una y la otra de oro; con la blanca y después con la amarilla algo que me alegró le hizo
a la puerta.
«Cuando cualquiera de estas llaves falla, y no da vueltas en la cerradura -dijo él- esta entrada no se
abre.
Más rica es una; pero la otra, antes de abrir, requiera más ingenio y arte, porque es aquella que el
nudo desata.
Me las dio Pedro; y díjome que errase antes en el abrirla que en cerrarla, mientras la gente en tierra
se prosterne. » Después empujó la puerta sagrada, diciéndonos: «Entrad, pero os advierto que
vuelve afuera aquel que atrás mirase. » Y al girar en sus goznes las esquinas de aquellas sacras
puertas, que de fuertes y sonoros metales están hechas, no rechinó ni se mostró tan dura Tarpeya,
cuando al bueno de Metelo la arrebataron, y quedó arruinada.
Yo me volví con el sonar primero, y Te Deum Laudamus parecía escucharse en la voz y en dulces
sones.
Tal imagen al punto me venía de lo que oía, como la que suele cuando cantar con órgano se
escucha; que ahora no, que ahora sí, se entiende el texto.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
CANTO X
Y al cruzar el umbral de aquella puerta que el mal amor del alma hace tan rara, pues que finge
derecho el mal camino, resonando sentí que la cerraban; y si la vista hubiese vuelto a ella, ¿con qué
excusara falta semejante? Ascendimos por una piedra hendida, que se movía de uno y de otro lado
como la ola que huye y se aleja.
«Aquí es preciso usar de la destreza -dijo mi guía- y que nos acerquemos aquí y allá del lado que se
aparta. » Y esto nos hizo retardar el paso, tanto que antes el resto de la luna volvió a su lecho para
cobijarse, que aquel desfiladero abandonásemos; mas al estar ya libres y a lo abierto, donde el
monte hacia atrás se replegaba, cansado yo, y los dos sobre la ruta inciertos, nos paramos en un
sitio más solo que un camino en el desierto.
Desde el borde que cae sobre el vacío, al pie del alto farallón que asciende, tres veces mediría el
cuerpo humano; y hasta donde alcanzaba con los ojos, por el derecho y el izquierdo lado, esa
cornisa igual me parecía.
Nuestros pies no se habían aún movido cuando noté que la pared aquella, que no daba derecho de
subida, era de mármol blanco y adornado con relieves, que no ya a Policleto, a la naturaleza
vencerían.
El ángel que a la tierra trajo anuncio de aquella paz llorada tantos años, que abrió los cielos tras veto
tan largo, tan verdadero se nos presentaba aquí esculpido en gesto tan suave, que imagen muda no
nos parecía.
Jurado habria que él decía: «¡Ave!» porque representada estaba aquella que tiene llave del amor
supremo; e impresas en su gesto estas palabras “Ecce ancilla Dei”, del modo con que en cera se
imprime una figura.
«En un lugar tan sólo no te fijes -dijo el dulce maestro, que en el lado donde se tiene el corazón me
puso.
Por lo que yo volví la vista, y vi tras de María, por aquella parte donde se hallaba quien me dirigía,
otra historia en la roca figurada;.
y me acerqué, cruzando ante Virgilio, para verla mejor ante mis ojos.
Allí en el mismo mármol esculpido estaban carro y bueyes con el arca que hace temible el no
mandado oficio.
Delante había gente; y toda ella en siete coros, que mis dos sentidos uno decía: «No», y otro: «Sí
canta. » Y al igual con el humo del incienso representado, la nariz y el ojo entre el no y entre el sí
tuvieron pugna.
Ante el bendito vaso daba brincos el humilde salmista arremangado, más y menos que rey en ese
instante.
Frente a él, figurada en la azotea, de un gran palacio, Micol se asombraba como mujer despreciativa
y triste.
Moví los pies del sitio en donde estaba, para ver otra historia más de cerca, que detrás de Micol
resplandecía.
Aquí estaba historiada la alta gloria del principe romano, a quien Gregorio hizo por sus virtudes
victorioso; hablo de aquel emperador Trajano; y de una viuda que cogióle el freno, de dolor
traspasada y de sollozos.
Había en torno a él gran muchedumbre de caballeros, y las águilas áureas sobre ellos se movían
con el viento.
La pobrecilla entre todos aquellos parecía decir: «Dame venganza, señor, de mi hijo muerto, que me
aflige. » Y él que le contestaba: «Aguarda ahora a mi regreso»; y ella: « Señor mío -como alguien del
dolor impacientado-, ¿y si no vuelves?» y él: «Quien en mi puesto esté, lo hará»; y ella: « El bien que
otro haga.
¿qué te importa si el tuyo has olvidado?» Por lo cual él: «Consuélate; es preciso que cumpla mi
deber antes de irme: la piedad y justicia me retienen. » Aquel que nunca ha visto cosas nuevas fue
quien produjo aquel hablar visible, nuevo a nosotros pues que aquí no se halla.
Mientras yo me gozaba contemplando los simulacros de humildad tan grande, más gratos aún de
ver por su artesano, «Por acá vienen, mas con lentos pasos -murmuraba el poeta- muchas gentes:
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
éstas podrán llevamos más arriba. » Mis ojos, que en mirar se complacían por ver lá novedad que
deseaban, en volverse hacia él no fueron lentos.
Mas no quiero lector desanimarte de tus buenos propósitos si escuchas cómo desea Dios cobrar las
deudas.
No atiendas a la forma del martirio: piensa en lo que vendrá; y que en el peor caso, no irá más lejos
de la gran sentencia.
Yo comencé: «Maestro, lo que veo venir aquí, personas no parecen, y no sé qué es: turbada está mi
vista. » Y aquel: «La condición abrumadora de su martirio a tierra les inclina, y aun mis ojos dudaron
al principio.
Mas mira fijamente, y desentraña quiénes vienen debajo de esas peñas: podrás verlos a todos
doblegados. » Oh soberbios cristianos, infelices, que enfermos de la vista de la mente, la fe ponéis
en pasos que atrás vuelven, ¿no comprendéis que somos los gusanos de quien saldrá la mariposa
angélica que a la justicia sin reparos vuela? ¿de qué se ensorberbecen vuestras almas, si cual
insectos sois defectuosos, gusanos que no llegan a formarse? Como por sustentar suelo o tejado,
por ménsulas a veces hay figuras cuyas rodillas llegan hasta el pecho, que sin ser de verdad causan
angustia verdadera en aquellos que las miran; así los vi al mirarles más atento.
Cierto que más o menos contraídas, según el peso que portando estaban; y aún aquel más paciente
parecía decir llorando: «Ya no lo resisto. » CANTO XI «Oh padre nuestro, que estás en los cielos, no
circunscrito, sino por más grande amor que a tus primeras obras tienes, alabados tu nombre y tu
potencia sean de cualquier hombre, como es justo darle gracias a tu dulce vapor.
De tu reino la paz venga a nosotros, que nosotros a ella no alcanzarnos, si no viene, con todo
nuestro esfuerzo.
Como por gusto suyo hacen los ángeles, cantando osanna, a ti los sacrificios, hagan así gustosos
los humanos.
El maná cotidiano danos hoy, sin el cual por este áspero desierto quien más quiere avanzar más
retrocede.
Y al igual que nosotros las ofensas perdonamos a todos, sin que mires el mérito, perdónanos,
benigno.
Nuestra virtud que cae tan prontamente no ponga a prueba el antiguo enemigo, mas líbranos de
aquel que así la hostiga.
Esta última plegaria, amado Dueño.
.
no se hace por nosotros, ni hace falta, mas por aquellos que detrás quedaron. » Para ellas y
nosotros buen camino pidiendo andaban esas sombras, bajo un peso igual al que a veces se sueña,
angustiadas en formas desiguales y en la primera cornisa cansadas, purgando las calígines del
mundo.
Si allí bien piden siempre por nosotros, ¿aquí qué hacer y qué pedir podrían los que en Dios han
echado sus raíces? Debemos ayudarles a lavarse las manchas, tal que puros y ligeros puedan ganar
las estrelladas ruedas.
«Ah, la justicia y la Piedad os libren pronto, tal que podáis mover las alas, que os conduzcan según
vuestros deseos: mostradnos por qué parte a la escalera más rápido se va; y, si hay más caminos,
enseñadnos aquel menos pendiente; pues a quien me acompaña, por la carga de la carne de Adán
con que se viste, contra su voluntad, subir le cuesta. » Las palabras que respondieron a éstas que
había dicho aquel que yo seguía, de quién vinieran no lo supe; pero dijeron: «Por la orilla a la
derecha veniros, y hallaremos algún paso que lo pueda subir un hombre vivo.
Y si no fuese un estorbo la piedra que mi cerviz soberbia doma, y tengo por esto que llevar el rostro
gacho, a aquel que vive aún y no se nombra, miraría por ver si lo conozco, para hacer que este peso
compadezca.
Latino fui, de un gran toscano hijo: Giuglielrno Aldobrandeschi fue mi padre;.
no sé si conocéis el nombre suyo.
La sangre antigua y las gloriosas obras de mis mayores, arrogancia tanta me dieron, que ignorando
a nuestra madre común, todos los hombres despreciaba y por ello morí; sábenlo en Siena, y en
Campagnático todos los niños.
La Divina Comedia Dante Alighieri
Instituto Cultural Quetzalcoatl www.samaelgnosis.net
Soy Omberto; y no sólo la soberbia me dañó a mí-, que a todos mis parientes ha arrastrado consigo
a la desgracia.
Y aquí es preciso que este peso lleve por ella, hasta que Dios se satisfaga: Pues no lo hice de vivo,
lo hago muerto. » Incliné al escucharle la cabeza; y uno de ellos, no aquel que había hablado, se
volvió bajo el peso que llevaba, y me llamó al mirarme y conocerme, con los ojos fijados con gran
pena, pues andaba inclinado junto a ellos.
«Oh -yo le dije-- ¿No eres Oderisi, honra de Gubbio, y honra de aquel arte que se llama en París
iluminar?» «Hermano --dijo--- ríen más las cartas que ahora ilumina Franco, el de Bolonia; suyo es
todo el honor, y en parte, mío.
No hubiera sido yo tan generoso mientras vivía, por el gran deseo de superar a todos que
albergaba.
De tal soberbia pago aquí la pena; y aun no estaría aquí de no haber sido que, pudiendo pecar,
volvíme a Dios.
¡Oh, vana gloria del poder humano! ¡qué poco dura el verde de la cumbre, si no le sigue un tiempo
decadente! Creisteis que en pintura Cimabue tuviese el campo, y es de Giotto ahora, y la fama de
aquel ha oscurecido.
Igual un Guido al otro le arrebata la gloria de la lengua; y nació acaso el que arroje del nido a uno y a
otro.
No es el ruido mundano más que un soplo de viento, ahora de un lado, ahora del otro, y muda el
nombre como cambia el rumbo.
¿Qué fama has de tener, si viejo apartas de ti la carne, como si murieras antes de abandonar el
sonajero, cuando pasen mil años? Pues es corto ese espacio en lo eterno, más que un guiño en el
más tardo giro de los cielos.
Aquel que va delante tan despacio de mí, en Toscana entera era famoso; y de él en Siena apenas
cuchichean, en donde era señor cuando abatieron la rabia florentina, que soberbia fue en aquel
tiempo tal como ahora es puta.
Color de hierba es vuestra nombradía, que viene y va, y el mismo la marchita que la hace brotar
verde de la tierra. » Y yo le dije: «Tu verdad me empuja a la humildad, y abate mi soberbia; pero
quién es aquel de quien hablabas?» «Es -respondió-- Provenzano Salviati: y está aquí porque tuvo
pretensiones de llevar Siena entera entre sus manos.
Anduvo así y aún anda, sin descanso, desde su muerte: tal moneda paga aquel que en vida a
demasiado aspira. » Y yo: «Si aquel espíritu que deja arrepentirse al fin de su existencia, queda
abajo y no sube sin la ayuda de una buena oración, antes que pase un tiempo semejante al que ha
vivido, ¿Cómo le consintieron que viniese?» «Cuando vivía más glorioso –dijo-, en la plaza de Siena
libremente vencida su vergüenza, se plantó y allí para salvar a cierto amigo, en la prisión de Carlos
condenado, de tal modo actuó que tembló entero.
Más no diré y oscuro sé que hablo; pero dentro de poco, tus vecinos harán de modo que glosarlo
puedas.
Esta acción le sacó de esos confines.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario