domingo, 14 de julio de 2013

ACRa 28-44

Y alguien le pidió:
«En el momento en el que todo parece terrible,
tenemos que animar
nuestro espíritu.
Por tanto, háblanos
sobre la belleza.»
Y él respondió:
Siempre escuchamos decir: «Lo que importa no es la belleza exterior, sino la belleza interior.»
Pues no hay nada más falso que esa frase.
Si así fuera, ¿por qué las flores se iban a esforzar tanto para llamar la atención de las abejas?
¿Y por qué las gotas de lluvia se iban a convertir en arco iris cuando se encuentran con el sol?
Porque la naturaleza tiene ansia de belleza. Y sólo se siente satisfecha cuando puede disfrutar de
ella.
La belleza exterior es la parte visible de la belleza interior. Y se manifiesta por la luz que sale de
los ojos de cada uno. No importa si la persona está mal vestida, si no obedece a los patrones de lo que
consideramos elegante o si ni siquiera se preocupa por impresionar al que está cerca. Los ojos son el
espejo del alma y reflejan todo lo que parece estar oculto.
Pero, además de la capacidad de brillar, los ojos tienen otra cualidad: funcionan como un espejo.
Y reflejan al que lo está admirando. Así, si el alma del que observa está oscura, verá siempre su
propia fealdad. Porque, como cualquier espejo, los ojos nos devuelven el reflejo de nuestro propio
rostro.
La belleza está presente en todo lo que fue creado. Pero el peligro reside en que, como seres
humanos muchas veces alejados de la Energía Divina, nos dejamos llevar por el juicio ajeno.
Negamos nuestra propia belleza porque los demás no pueden, o no quieren, reconocerla. En vez
de aceptarnos como somos, procuramos imitar lo que vemos a nuestro alrededor.
Procuramos ser como aquel del que todos dicen: «¡Qué guapo!» Poco a poco, nuestra alma se va
consumiendo, nuestra voluntad disminuye, y todo el potencial que teníamos para mejorar el mundo
deja de existir.
Olvidamos que el mundo es aquello que imaginamos ser.
Dejamos de tener el brillo de la luna y pasamos a ser el charco de agua que la refleja. Al día
siguiente, el sol va a evaporar esa agua, y no quedará nada.
Todo porque un día alguien dijo: «Eres feo.» O porque otro comentó: «Ella es guapa.» Con sólo
unas palabras, nos robaron toda la confianza que teníamos en nosotros mismos.
Y eso nos convierte en feos. Y nos hace sentir amargura.
En ese momento, encontramos consuelo en eso que llaman «sabiduría»: una serie de ideas
preconcebidas por gente que intenta definir el mundo en vez de respetar el misterio de la vida. En ella
están las reglas, los reglamentos, las medidas y un equipaje absolutamente innecesario que intenta
establecer un patrón de comportamiento.
La falsa sabiduría parece decir: no te preocupes por la belleza, porque es superficial y efímera.
No es verdad. Todos los seres que viven bajo el sol, desde los pájaros hasta las montañas, desde
las flores hasta los ríos, reflejan la maravilla de la creación.
Si nos resistimos a la tentación de aceptar que otros pueden definir lo que somos, poco a poco
seremos capaces de hacer brillar el sol que hay en nuestra alma.
El Amor pasa cerca y dice: «Nunca había notado tu presencia.»
Y nuestra alma contesta: «Presta más atención, porque estoy aquí. Fue necesaria la brisa para
limpiar el polvo de tus ojos, pero, ahora que me has reconocido, no vuelvas a abandonarme, ya que
todos codician la belleza.»
Lo bello no reside en la igualdad, sino en la diferencia. No podemos imaginar una jirafa sin un
cuello largo ni un cactus sin espinas. La irregularidad de los picos de las montañas que nos rodean es
lo que las hace imponentes. Si la mano del hombre intentara darles la misma forma a todas, dejarían
de inspirar respeto.
Aquello que parece imperfecto es precisamente lo que nos asombra y nos atrae.
Cuando vemos un cedro, no pensamos: «Las ramas deberían tener todas la misma medida.»
Pensamos: «Es fuerte.»
Cuando vemos una serpiente, nunca decimos: «Se arrastra por el suelo, mientras que yo camino
con la cabeza erguida.» Pensamos: «Aunque es pequeña, su piel es brillante, su movimiento
distinguido y tiene más poder que yo.»
Cuando el camello cruza el desierto y nos lleva hasta el lugar adonde queremos ir, nunca
decimos: «Tiene joroba y sus dientes son feos.» Pensamos: «Es digno de mi amor por su lealtad y su
ayuda. Sin él, jamás podría conocer el mundo.»
Una puesta de sol siempre es más bella cuando el cielo está cubierto de nubes irregulares, porque
sólo de ese modo se pueden reflejar los infinitos colores de los que están hechos los sueños y los
versos del poeta.
Pobres aquellos que piensan: «No soy bello, porque el Amor no ha llamado a mi puerta.» En
verdad, el Amor llamó, pero no abrieron porque no estaban preparados para recibirlo.
Intentaban arreglarse, cuando en verdad ya estaban listos.
Intentaban imitar a los demás, cuando el Amor buscaba algo original.
Procuraban reflejar lo que venía de fuera y olvidaron la poderosa luz que venía de dentro.
Y dijo un muchacho
que debía partir
aquella noche:
«Nunca he sabido
en qué dirección ir.»
Y él respondió:
Al igual que el sol, la vida esparce su luz en todas las direcciones.
Y cuando nacemos, lo queremos todo al mismo tiempo, sin controlar la energía que se nos da.
Pero, si necesitamos fuego, hay que hacer que los rayos del sol vayan todos hacia el mismo lugar.
Y el gran secreto que la Energía Divina reveló al mundo fue el fuego. No sólo el que calienta,
sino el que transforma el trigo en pan.
Y llega el momento en el que necesitamos concentrar ese fuego interno para que nuestra vida
tenga un sentido.
Entonces preguntamos al cielo: «Pero ¿cuál es el sentido?»
Algunos apartan de sí esa pregunta: molesta, perturba el sueño y no hay una respuesta al alcance
de la mano. Son los que después pasarán a vivir el día de mañana como el día de ayer.
Y, cuando la Dama de la Guadaña llegue, dirán: «Mi vida ha sido corta, he desaprovechado mi
bendición.»
Otros aceptan la pregunta. Pero, como no saben responderla, se ponen a leer lo que escribieron
aquellos que afrontaron el desafío. Y de repente encuentran una respuesta que creen que es la correcta.
Cuando eso sucede, se convierten en esclavos de esa respuesta. Crean leyes que obligan a todo el
mundo a aceptar lo que ellos piensan que es la razón de la existencia. Construyen templos para
justificarla y tribunales para juzgar a los que la contravienen.
Finalmente, están aquellos que comprenden que la pregunta es una trampa: no tiene respuesta.
En vez de perder tiempo en la trampa, deciden actuar. Vuelven a la infancia, buscan en ella lo que
más los entusiasmaba y —a pesar del consejo de los más viejos— dedican su vida a hacerlo realidad.
Porque en el Entusiasmo está el Fuego Sagrado.
Poco a poco, descubren que sus gestos están unidos a una intención misteriosa que se encuentra
más allá del conocimiento humano. Y bajan la cabeza en señal de respeto al misterio y rezan para no
desviarse de un camino que no conocen, pero que recorren a causa de la llama que arde en sus
corazones.
Usan la intuición cuando es fácil conectarse con ella y usan la disciplina cuando la intuición no se
manifiesta.
Parecen locos. A veces, se comportan como locos. Pero no están locos. Descubrieron el verdadero
Amor y el poder de la Voluntad.
Y sólo el Amor y la Voluntad les revelan el objetivo y el rumbo que deben seguir.
La Voluntad es cristalina, el Amor es puro y los pasos son firmes. En los momentos de duda, en
los momentos de tristeza, nunca olvidan: «Soy un instrumento. Permíteme ser un instrumento capaz
de manifestar Tu Voluntad.»
Escogen el camino, y tal vez no entiendan el objetivo hasta que estén ante la Dama de la
Guadaña. En eso reside la belleza del que sigue adelante teniendo como único guía el Entusiasmo y
respetando el misterio de la vida: su camino es bello y su carga es ligera.
El objetivo puede ser grande o pequeño, estar muy lejos o al lado de casa, pero va en su busca con
respeto y honor. Sabe lo que significa cada paso y cuánto esfuerzo, entrenamiento e intuición le costó.
No sólo se concentra en la meta que debe alcanzar, sino en todo lo que pasa a su alrededor.
Muchas veces se ve obligado a parar porque ya no le quedan fuerzas.
En ese momento, el Amor aparece y dice: «Piensas que caminas hacia un punto, pero la
existencia de ese punto sólo está justificada porque lo amas. Descansa un poco y, en cuanto puedas,
levántate y sigue adelante. Porque desde que supo que ibas hacia él, también él corre a tu encuentro.»
El que olvida la pregunta, el que la contesta o el que entiende que la acción es la única manera de
afrontarla va a encontrar los mismos obstáculos y va a alegrarse con las mismas cosas.
Pero sólo el que acepta con humildad y coraje el impenetrable plan de Dios sabe que está en el
camino correcto.
Y una mujer ya entrada en años
y que nunca había encontrado
un hombre con el que casarse dijo:
«El Amor nunca ha querido
hablar conmigo.»
Y él respondió:
Para escuchar las palabras del Amor, es necesario dejar que se acerque.
Pero, cuando lo hace, tememos lo que tiene que decirnos. Porque el Amor es libre y su voz no
está gobernada por nuestra voluntad ni por nuestro esfuerzo.
Todos los amantes lo saben, pero no se resignan. Creen que pueden seducirlo con sumisión,
poder, belleza, riqueza, lágrimas y sonrisas.
Pero el verdadero Amor es el que seduce y jamás se deja seducir.
El amor transforma, el amor cura. Pero, a veces, pone trampas mortales y termina destruyendo a
la persona a la que decidió entregarse por completo. ¿Cómo la fuerza que mueve el mundo y mantiene
las estrellas en su sitio puede ser tan constructiva y tan devastadora al mismo tiempo?
Nos hemos acostumbrado a pensar que lo que damos es igual a lo que recibimos. Pero las
personas que aman esperando ser correspondidas pierden el tiempo.
El amor es un acto de fe, no un intercambio.
Son las contradicciones las que hacen crecer el amor. Son los conflictos los que permiten que el
amor siga a nuestro lado.
La vida es demasiado corta para esconder en nuestro corazón palabras importantes.
Palabras como «Te amo».
Pero, a cambio, no esperes escuchar siempre la misma frase. Amamos porque necesitamos amar.
Sin eso, la vida pierde todo el sentido y el sol deja de brillar.
Una rosa sueña con la compañía de las abejas, pero no aparece ninguna. El sol le pregunta: «¿No
te cansas de esperar?»
«Sí —contesta la rosa—. Pero si cierro mis pétalos, me marchito.»
Por tanto, aun cuando el Amor no aparece, seguimos esperándolo. En los momentos en los que la
soledad parece aplastarlo todo, la única manera de resistir es seguir amando.
El mayor objetivo de la vida es amar. El resto es silencio.
Necesitamos amar. Aun cuando eso nos lleve a la tierra donde los lagos están hechos de lágrimas.
¡Oh, lugar secreto y misterioso, la tierra de las lágrimas!
Las lágrimas hablan por sí mismas. Y cuando pensamos que ya hemos llorado todo lo que
teníamos que llorar, siguen brotando. Y cuando creemos que nuestra vida sólo será un largo caminar
por el valle del Dolor, las lágrimas de repente desaparecen.
Porque nuestro corazón es capaz de sentir, a pesar del sufrimiento.
Porque descubrimos que el que se fue no se llevó consigo el sol ni dejó en su lugar las tinieblas.
Simplemente se fue, y cada adiós trae escondida la esperanza.
Es mejor haber amado y perdido que no haber amado jamás.
Nuestra única y verdadera elección es sumergirnos en el misterio de esta fuerza incontrolable.
Aunque podamos decir «Ya he sufrido mucho y sé que esto no va a durar» y alejar el Amor del umbral
de nuestra puerta, si lo hacemos estaremos muertos para la vida.
Porque la naturaleza es la manifestación del Amor de Dios. A pesar de todo lo que hacemos, ella
aún nos ama. Por tanto, respetemos y entendamos lo que nos enseña.
Amamos porque el Amor nos libera. Y empezamos a decir las palabras que no teníamos coraje de
susurrarnos a nosotros mismos.
Tomamos la decisión que estábamos aplazando.
Aprendemos a decir «no» sin considerar esa palabra como algo maldito.
Aprendemos a decir «sí» sin temer las consecuencias.
Olvidamos todo lo que nos enseñaron respecto al amor, porque cada encuentro es diferente y trae
consigo sus propias agonías y éxtasis.
Cantamos más alto cuando la persona amada está lejos y susurramos poemas cuando está cerca.
Aun cuando no nos escuche o no les dé importancia a nuestros gritos y susurros.
No cerramos nuestros ojos al Universo y nos quejamos: «Está oscuro.» Mantenemos los ojos bien
abiertos, pues sabemos que su luz puede llevarnos a hacer cosas impensables. Eso forma parte del
amor. Nuestro corazón está abierto al amor y lo entregamos sin miedo, porque ya no tenemos nada que
perder.
Entonces descubrimos, al volver a casa, que alguien ya estaba allí esperándonos, buscando lo
mismo que nosotros y sufriendo con las mismas angustias y ansiedades.
Porque el amor es como el agua que se transforma en nube: sube a los cielos y puede verlo todo
de lejos, consciente de que un día volverá a la tierra.
Porque el amor es como la nube que se transforma en lluvia: se ve atraída por la tierra y fertiliza
el campo.
Amor es sencillamente una palabra, hasta el momento en el que decidimos dejar que nos posea
con toda su fuerza.
Amor es sencillamente una palabra, hasta que alguien llega para darle un sentido.
No desistas. Normalmente, es la última llave del llavero la que abre la puerta.
Pero un joven discrepó:
«Tus palabras son bellas, pero en verdad
nunca tenemos muchas alternativas.
La vida y nuestra comunidad
ya se han encargado de planear
nuestro destino.»
Un anciano añadió:
«Yo ya no puedo volver atrás
y recuperar los momentos perdidos.»
Y él respondió:
Lo que voy a decir ahora puede no tener ninguna utilidad en la víspera de una invasión. Aun así,
anotad mis palabras y recordadlas para que algún día todos puedan saber cómo vivíamos en Jerusalén.
Después de reflexionar un poco, el Copto continuó:
Nadie puede volver atrás, pero todos podéis seguir adelante.
Y mañana, cuando el sol salga, será suficiente con repetirse a uno mismo:
Voy a ver este día como si fuese el primero de mi vida.
Veré a mi familia con sorpresa y asombro, alegre por descubrir que están a mi lado y que
compartimos en silencio algo llamado amor, de lo que mucho se habla y poco se entiende.
Pediré permiso para acompañar la primera caravana que aparezca en el horizonte, sin preguntar
hacia dónde se dirige. Y dejaré de seguirla cuando algo interesante me llame la atención.
Pasaré ante un mendigo que me pedirá una limosna. Tal vez se la dé, tal vez crea que se la va a
gastar en bebida y siga adelante. Y, cuando escuche sus insultos, entenderé que ésa es su forma de
comunicarse conmigo.
Me cruzaré con alguien que está intentando destruir un puente. Tal vez intente impedirlo, tal vez
entienda que lo hace porque no tiene a nadie que lo espere al otro lado y, de esa manera, procura
espantar su propia soledad.
Lo miraré todo y a todos como si fuese la primera vez, sobre todo las pequeñas cosas, a las que
me he habituado olvidando la magia que las rodea. Las dunas del desierto, por ejemplo, que se mueven
con una energía que no comprendo porque no puedo ver el viento.
En el pergamino que siempre llevo conmigo, en vez de anotar cosas que no puedo olvidar,
escribiré un poema. Incluso sin haberlo hecho nunca e incluso si no vuelvo a hacerlo, sabré que tuve el
coraje de convertir mis sentimientos en palabras.
Cuando llegue a una aldea que ya conozco, entraré por un camino diferente. Iré sonriendo, y los
habitantes del lugar comentarán: «Está loco porque la guerra y la destrucción han dejado la tierra
estéril.»
Pero seguiré sonriendo porque me agrada que piensen que estoy loco. Mi sonrisa es mi manera de
decir: «Podéis acabar con mi cuerpo, pero no podéis destruir mi alma.»
Esta noche, antes de partir, me voy a dedicar a poner en orden el montón de cosas para las que
nunca tuve paciencia. Y acabaré descubriendo que en ellas hay un poco de mi historia. Todas las
cartas, todas las notas, recortes y recibos adquirirán vida propia y tendrán historias curiosas —del
pasado y del futuro— que contarme. Tantas cosas en el mundo, tantos caminos recorridos, tantas
entradas y salidas en mi vida.
Voy a ponerme una camisa que suelo usar siempre y, por primera vez, voy a fijarme en la manera
como la cosieron. Voy a imaginar las manos que tejieron el algodón y el río en el que nacieron las
fibras de la planta. Voy a entender que todas esas cosas ahora invisibles forman parte de la historia de
mi camisa.
E incluso las cosas a las que estoy acostumbrado —como los zapatos que se convirtieron en una
extensión de mis pies después de mucho usarlos— se verán revestidas del misterio del hallazgo.
Puesto que camino hacia el futuro, él me ayudará con las marcas que quedaron después de tropezar
cada vez en el pasado.
Que todo lo que toque mi mano, mis ojos vean y mi boca pruebe sea diferente, aunque siga igual.
Así, todas esas cosas dejarán de ser naturaleza muerta y pasarán a explicarme por qué están conmigo
durante tanto tiempo. Y manifestarán el milagro del reencuentro con emociones que la rutina ya había
destruido.
Probaré el té que nunca bebí porque me dijeron que era malo. Pasearé por una calle por donde
nunca pasé porque me dijeron que no tenía nada de interesante. Y descubriré si quiero volver.
Quiero ver por primera vez el sol, si mañana hace sol.
Quiero ver hacia dónde caminan las nubes, si el tiempo está nublado. Siempre creo que no tengo
tiempo o no me fijo lo suficiente. Pues bien, mañana me voy a concentrar en el camino de las nubes o
en los rayos del sol y en las sombras que producen.
Encima de mi cabeza hay un cielo y, a lo largo de miles de años de observación, toda la
humanidad ha tejido una serie de explicaciones razonables respecto de él.
Pues voy a olvidar todas las cosas que he aprendido acerca de las estrellas, y se transformarán de
nuevo en ángeles, o en niños, o en cualquier cosa que me apetezca creer en ese momento.
El tiempo y la vida me han dado muchas explicaciones lógicas para todo, pero mi alma se
alimenta de misterios. Necesito el misterio, ver en el trueno la voz de un dios enfurecido aunque
muchos lo consideren una herejía.
Quiero llenar mi vida de fantasía otra vez: un dios enfurecido es mucho más curioso, aterrador e
interesante que un fenómeno explicado por sabios.
Por primera vez voy a sonreír sin culpa, porque la alegría no es un pecado.
Por primera vez voy a evitar todo lo que me hace sufrir, porque el sufrimiento no es una virtud.
No me voy a quejar de la vida diciendo: da todo igual, no puedo hacer nada para cambiar. Porque
estoy viviendo este día como si fuera el primero y voy a descubrir con él cosas que nunca he sabido
que estaban ahí.
Aunque ya haya pasado por los mismos sitios infinidad de veces y haya dicho «Buenos días» a las
mismas personas, hoy mi «Buenos días» será diferente. No serán palabras educadas, sino una manera
de bendecir a los demás. Deseo que todos comprendan la importancia de estar vivos incluso cuando la
tragedia nos ronda y nos amenaza.
Me voy a fijar en la letra de la canción que canta el músico en la calle, aunque la gente no lo
escuche por tener el alma asfixiada por el miedo. La canción dice: «El amor reina, pero nadie sabe
dónde está su trono. / Para conocer el lugar secreto, primero tengo que someterme a él.»
Y voy a tener el coraje de abrir la puerta del santuario que lleva hasta mi alma.
Quiero verme a mí mismo como si fuera la primera vez que estoy en contacto con mi cuerpo y mi
alma.
Quiero ser capaz de aceptarme como soy. Una persona que camina, que siente, que habla como
cualquier otra, pero que a pesar de sus defectos tiene coraje.
Quiero admirar mi gesto más sencillo, como hablar con un desconocido. Mis emociones más
frecuentes, como sentir la arena tocándome la cara cuando sopla el viento que viene de Bagdad. Los
momentos más tiernos, como contemplar a mi mujer durmiendo a mi lado e imaginar lo que está
soñando.
Y si estoy solo en la cama, me acercaré a la ventana, miraré al cielo y tendré la certeza de que la
soledad es una mentira: el Universo me acompaña.
Entonces habré vivido cada hora del día como una constante sorpresa para mí mismo. Este Yo
que no fue creado ni por mi padre, ni por mi madre, ni por mi escuela, sino por todo lo que he vivido
hasta hoy, lo que olvidé de repente y ahora estoy descubriendo otra vez.
Y aunque éste sea mi último día en la Tierra, lo aprovecharé al máximo, porque lo viviré con la
inocencia de un niño, como si lo estuviera haciendo todo por primera vez.
Y la esposa de un
comerciante le pidió:
«Háblanos de sexo.»
Y él respondió:
Hombres y mujeres murmuran entre ellos porque han convertido un gesto sagrado en un acto
pecaminoso.
Éste es el mundo en el que vivimos. Y robar el presente de su realidad es peligroso. Pero la
desobediencia puede ser una virtud cuando sabemos usarla.
Si los cuerpos simplemente se unen, no hay sexo, sólo placer. El sexo va mucho más allá del
placer.
En él caminan juntos la relajación y la tensión, el dolor y la alegría, la timidez y el coraje de ir
más allá de los límites.
¿Cómo poner en sintonía tantos estados opuestos? Sólo hay una manera: a través de la entrega.
Porque el acto de la entrega significa: «Yo confío en ti.»
No basta imaginar todo lo que podría suceder si nos permitiésemos unir sólo nuestros cuerpos.
También debemos unir nuestras almas.
Sumerjámonos juntos, por tanto, en el peligroso camino de la entrega. Aunque sea peligroso, se
trata del único que debemos recorrer.
Y aunque eso provoque grandes transformaciones en nuestro mundo, no tenemos nada que perder,
porque ganamos el amor total, abrimos la puerta que une el cuerpo al espíritu.
Olvidemos lo que nos enseñaron: que es noble dar y humillante recibir.
Porque, para la mayoría de las personas, la generosidad consiste sólo en dar. Pero recibir es
también un acto de amor. Permitir que el otro nos haga feliz también lo hará feliz a él.
En el acto sexual, cuando somos excesivamente generosos y nuestra mayor preocupación es la
pareja, nuestro placer también puede disminuir, o desaparecer.
Cuando somos capaces de dar y de recibir con la misma intensidad, el cuerpo se pone tenso como
la cuerda de un arco, pero la mente se relaja, como la flecha que se prepara para que el arquero la
dispare. El cerebro ya no maneja el proceso; el instinto es el único guía.
Cuerpo y alma se encuentran, y la Energía Divina se esparce. No sólo en aquellas zonas que
muchos consideran eróticas. Cada pelo, cada trozo de piel emanan una luz de un color diferente, lo que
provoca que dos ríos se transformen en uno solo más poderoso y más bello.
Todo lo que es espiritual se manifiesta de forma visible, todo lo que es visible se transforma en
energía espiritual.
Todo está permitido, si todo se acepta.
El Amor, a veces, se cansa de hablar sólo un lenguaje suave. Pues dejemos que se manifieste en
todo su esplendor, que arda como el sol y destruya bosques con su viento.
Si un miembro de la pareja se entrega totalmente, el otro hará lo mismo, ya que la vergüenza se
acabará transformando en curiosidad. Y la curiosidad nos lleva a explorar todo aquello que no
conocíamos en nosotros mismos.
Procurad ver el sexo como una ofrenda. Un ritual de transformación. Como en todo ritual, el
éxtasis está presente y glorifica el final, pero no es el único objetivo. Lo más importante es recorrer
con nuestro compañero la carretera que nos ha llevado a un territorio desconocido, donde encontramos
oro, incienso y mirra.
Dad a lo sagrado el sentido de lo sagrado. Y en caso de que surjan momentos de duda, siempre es
necesario recordar: no estamos solos en estos momentos, ambas partes sienten lo mismo.
Abrid sin temor la caja secreta de tus fantasías. El coraje de uno estimulará la valentía del otro.
Y los verdaderos amantes podrán entrar en el jardín de la belleza sin temor a que nadie los
juzgue. Ya no serán dos cuerpos y dos almas que se encuentran, sino una única fuente de la que brota
la verdadera agua de la vida.
Las estrellas contemplarán sus cuerpos desnudos, y ellos no sentirán vergüenza. Los pájaros
volarán cerca, y los amantes imitarán el ruido de las aves. Los animales salvajes se acercarán con
cautela, porque más salvaje es lo que están viendo. Y agacharán la cabeza en señal de respeto y
sumisión.
Y el tiempo dejará de existir. Porque, en la tierra del placer que nace en el verdadero amor, todo
es infinito.
Y uno de los combatientes
que se preparaba para morir
al día siguiente, pero aun así
había decidido ir hasta allí para escuchar
lo que el Copto tenía que decir, comentó:
«Nos obligaron a separarnos cuando
queríamos estar unidos. Las ciudades
en la ruta de los invasores acabaron
sufriendo las consecuencias de algo
que no eligieron. ¿Qué deben decirles
a sus hijos los supervivientes?»

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