El cambio ocurre
El Queso no cesa de moverse
Anticípate al cambio
Prepárate para cuando se mueva el Queso
Controla el cambio
Olfatea el Queso con frecuencia
Para saber cuando se vuelve rancio
Adáptate al cambio con rapidez
Cuanto más rápidamente te olvides del Queso Viejo,
antes podrás disfrutar del Queso Nuevo
Cambia
Muévete con el Queso
¡Disfruta del cambio!
Saborea la aventura y disfruta del sabor del Queso
Nuevo
Prepárate para cambiar con rapidez y para
disfrutarlo una y otra vez
El Queso no cesa de moverse
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Haw comprendió lo lejos que había llegado desde la última vez que estuviera
con Hem, en el depósito de Queso Q, pero sabía que le resultaría muy fácil volver
atrás si se dormía en los laureles. Así que cada día inspeccionaba con atención el
depósito de Queso N, para comprobar en que estado se encontraba su Queso. Estaba
dispuesto a hacer todo lo que pudiera para evitar verse sorprendido por un cambio
inesperado.
Aunque disponía de un gran suministro de Queso, realizó frecuentes salidas
por el laberinto, dedicándose a explorar zonas nuevas, para mantenerse en contacto
con lo que estaba sucediendo a su alrededor. Sabía que era mucho más seguro
conocer lo mejor posible las verdaderas alternativas de que disponía, antes de aislarse
en su zona de comodidad.
En una de tales ocasiones, escuchó lo que le pareció el sonido de un
movimiento allá al fondo, en los recovecos del laberinto. A medida que el sonido se
hizo más intenso, se dio cuenta de que se acercaba alguien.
¿Podía ser Hem, que llegaba?¿Estaría a punto de doblar la esquina más
cercana?
Haw rezó una breve plegaria para sus adentros y se limitó a confiar, como
tantas veces hiciera últimamente, en que quizá, por fin, su amigo fuera finalmente
capaz de…
Fin…
¿O acaso es sólo un nuevo principio?
¡Moverse con el
queso y disfrutarlo!
- 33 -
Un debate
Algo más tarde, ese mismo día
Cuando Michael termino de contar la historia, miró a su alrededor y observó
que sus antiguos compañeros de clase le sonreían.
Varios le dieron las gracias y le aseguraron que sacarían buen provecho de
aquella narración.
–¿Qué os parecería si nos reuniéramos más tarde para comentarla un poco? –
le planteó Nathan al grupo.
La mayoría de ellos contestaron que les encantaría hablar sobre lo que
acababan de escuchar, así que dispusieron encontrarse más tarde para tomar una
copa antes de cenar.
Esa noche, reunidos en el salón del hotel, empezaron a bromear unos con
otros acerca de encontrar su “Queso” y verse a sí mismos metidos en el laberinto.
Entonces, con toda naturalidad, Angela preguntó a los miembros del grupo:
–Y bien, ¿quiénes erais cada uno de vosotros en la narración?¿Fisgón,
Escurridizo, Hem o Haw?
–Precisamente esta tarde me dediqué a pensar en eso –contesto Carlos–.
Recuerdo con claridad una época, antes de que iniciara mi empresa de artículos
deportivos, en la que tuve un duro encontronazo con el cambio.
“En aquella situación no fui Fisgón, desde luego, porque no husmeé la
situación ni detecté a tiempo el cambio que se estaba produciendo y ciertamente
tampoco fui Escurridizo: no entré en acción inmediatamente.
“Más bien fui como Hem, que quería permanecer en territorio conocido. Lo
cierto es que… Lo cierto es que no quería tener nada que ver con el cambio. Ni
siquiera deseaba verlo.
Michael, para quien el tiempo no parecía haber transcurrido desde los años que
él y Carlos fueron tan buenos amigos en la escuela, preguntó:
–¿De qué estas hablando, amigo?
–De un inesperado cambio de trabajo –contestó Carlos.
–¿Te despidieron? –preguntó Michael echándose a reír.
–Bueno, digamos que no quería salir ahí fuera a buscar Queso Nuevo. Creí
tener una buena razón por la que el cambio no me ocurriría a mi. Así que, cuando
sucedió, me sentí bastante alterado.
Algunos de los antiguos compañeros, que habían guardado silencio al principio,
se sintieron más cómodos ahora y empezaron a hablar, incluido Frank, que pertenecía
a las Fuerzas Armadas.
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–Hem me recuerda a un amigo mío –dijo Frank–. Iban a cerrar su
departamento, pero él no quiso darse por enterado. No hacían más que resituar a su
gente en otros departamentos. Todos tratamos de convencerlo de las múltiples
oportunidades que existían en la empresa para quienes estuvieran dispuestos a ser
flexibles, pero a él no le pareció necesario cambiar. Fue el único sorprendido cuando
finalmente cerraron su departamento. Ahora lo esta pasando muy mal, tratando de
adaptarse a un cambio que no creía que pudiera producirse.
–Yo tampoco creía que pudiera suceder a mí –dijo Jessica–, pero lo cierto es
que también han cambiado mi “Queso” de sitio en más de una ocasión, sobre todo en
mi vida personal, aunque de eso podemos hablar más tarde si queréis.
Algunos del grupo se echaron a reír, excepto Nathan.
–Quizá se trate precisamente de eso –dijo Nathan–. El cambio es algo que nos
ocurre a todos. Me habría gustado que mi familia escuchara mucho antes esta fábula
del Queso. Lamentablemente, no quisimos ver los cambios que se nos avecinaban en
nuestro negocio y ahora ya es demasiado tarde, porque vamos a tener que cerrar
muchas de nuestras tiendas.
La noticia sorprendió a muchos miembros del grupo, convencidos de que
Nathan era muy afortunado por dirigir un negocio en cuyos beneficios y buena marcha
podía confiar, año tras año.
–¿Qué ocurrió? –quiso saber Jessica
–Nuestra cadena de pequeñas tiendas se quedó repentinamente anticuada
cuando llegaron los grandes supermercados a la ciudad, con sus enormes existencias
y bajos precios. Simplemente, no pudimos competir con ellos.
“Ahora me doy cuenta de que, en lugar de ser como Fisgón y Escurridizo,
fuimos como Hem. Nos quedamos donde estabamos y no cambiamos. Tratamos de
ignorar lo que estaba sucediendo y ahora nos vemos metidos en graves problemas.
Podríamos haber aprendido un buen para de lecciones de Haw ya que, ciertamente,
no fuimos capaces de reírnos de nosotros mismos y cambiar lo que estabamos
haciendo.
Laura, que había llegado a convertirse en una importante mujer de negocios,
había escuchado con atención, pero sin intervenir. Ahora dijo:
–Esta tarde también he pensado en esa narración. Me pregunté como podía
ser más como Haw y ver que estaba haciendo mal, reír de mi misma, cambiar y
conseguir que las cosas fuesen mejor. Siento curiosidad –añadió tras una pausa–
¿Cuántos de los presentes tenéis miedo al cambio? –Nadie respondió, así que
sugirió–: ¿Qué os parece si levantáis la mano?
Sólo se levantó una mano.
–Bueno, por lo menos contamos con una persona sincera en el grupo –dijo
Laura–. Quizá os guste más la siguiente pregunta: ¿cuántos, de los aquí presentes,
creen que los demás le tienen miedo al cambio?
Prácticamente todos levantaron la mano. Fue entonces cuando se echaron a
reír.
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–¿Qué nos enseña eso?
–Negación –contestó Nathan.
–Desde luego –admitió Michael–. A veces ni siquiera somos conscientes de
que tenemos miedo. Yo sé que lo tuve. Al escuchar el cuento por primera vez, me
encantó aquella pregunta que Haw se hace en un momento determinado: “¿Que haría
si no tuviese miedo?”.
–Lo que yo he sacado en claro –dijo Jessica– es que el cambio ocurre en todas
partes y que haré mucho mejor en adaptarme a él con rapidez en cuanto ocurra.
“Recuerdo lo sucedido hace años, cuando nuestra empresa vendía las
enciclopedias que producíamos como un conjunto de más de veinte libros. Una
persona intentó convencernos de que debíamos introducir toda la enciclopedia en un
solo disco de ordenador y venderlo por una fracción del precio que cobrábamos. Nos
aseguró que de ese modo sería más fácil actualizar, nos costaría mucho menos que
fabricar y habría mucha más gente capaz de comprarla. Pero todos nos resistimos a
aceptar la idea.
–¿Por qué os resististeis? –quiso saber entonces Nathan.
–Porque todos estabamos convencidos de que la espina dorsal de nuestro
negocio se encontraba en nuestro gran equipo de ventas, dedicado a visitar a la gente
puerta a puerta. El mantenimiento del equipo de ventas dependía de las grandes
comisiones que se ganaban, gracias al elevado precio de nuestro producto.
Llevábamos haciendo lo mismo con éxito desde hacia muchos años, y creímos poder
seguir haciéndolo para siempre.
–Quizá la historia de Hem y Haw se refiriese a eso cuando habla de la
arrogancia del éxito –comentó Laura–. No se dieron cuenta de que necesitaban
cambiar algo que hasta entonces había funcionado muy bien.
–Y pensasteis que vuestro viejo Queso era vuestro único Queso.
–En efecto, y quisimos aferrarnos a eso.
–Al pensar ahora en lo que nos ocurrió, comprendo que no se trata únicamente
de que “nos cambiaran el Queso de sitio”, sino de que el Queso parece tener vida
propia y, finalmente, se acaba.
“En cualquier caso, lo cierto es que no cambiamos. Pero un competidor si
cambió y nuestras ventas se hundieron. Pasamos por momentos muy difíciles. Ahora
se está produciendo otro gran cambio tecnológico en la industria y parece como si en
la empresa no hubiera nadie dispuesto a tomar conciencia de ello. Las perspectivas no
son nada buenas y creo que pronto me quedaré sin trabajo.
–¡Es hora de explorar el laberinto! –exclamó Carlos.
Todos se echaron a reír, incluida Jessica. Carlos se volvió hacia ella y le dijo:
–Es bueno que seas capaz de reír de ti misma.
–Eso fue precisamente lo que yo saqué en claro del relato –intervino Frank–.
Tiendo a tomarme demasiado en serio a mí mismo. Observé como Haw cambió
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cuando finalmente pudo reír de sí mismo y de lo que estaba haciendo. No es nada
extraño que lo llamaran Haw.
–¿Creéis que Hem cambió alguna vez y encontró el Queso Nuevo? –preguntó
Angela.
–Yo diría que sí –contestó Elaine.
–Pues yo no estoy tan segura –dijo Cory–. Algunas personas no cambian
nunca, y pagan por ello un precio muy alto. En mi consulta medica veo a gente como
Hem. Se sienten con derecho a disfrutar de su “Queso”. Cuando se les arrebata, se
sienten como víctimas y le echan la culpa a los otros. Enferman con mucha mayor
frecuencia que aquellas otras personas que dejan atrás el pasado y siguen
avanzando.
Entonces, casi como si hablara consigo mismo, Nathan dijo en voz baja:
–Supongo que la cuestión es: ¿de qué necesitamos desprendernos y hacia qué
necesitamos seguir avanzando?
Durante un rato, nadie dijo nada.
–Debo admitir –siguió diciendo Nathan– que me di cuenta de lo que estaba
sucediendo con tiendas como la nuestra en otras partes del país, pero confiaba en que
eso no nos afectaría a nosotros. Supongo que es mucho mejor iniciar el cambio
mientras aún se puede, en lugar de tratar de reaccionar y adaptarse a él una vez que
ha ocurrido. Quizá seamos nosotros mismos los que debamos cambiar de sitio nuestro
Queso.
–¿Qué quieres decir? –preguntó Frank.
–No dejo de preguntarme donde estaríamos hoy si hubiéramos vendido la
propiedad donde se hallaban instaladas nuestras viejas tiendas y hubiésemos
construido un gran supermercado capaz de competir con el mejor de ellos.
–Quizá Haw se refirió a eso al escribir en la pared algo así como “Saborea la
aventura y muévete con el Queso” –comentó Laura.
–Creo que algunas cosas no deberían cambiar –dijo Frank–. Por ejemplo,
deseo aferrarme a mis valores básicos. No obstante, ahora comprendo que estaría
mucho mejor, si me hubiera movido antes en la vida, siguiendo al “Queso”.
–Bueno, Michael, ha sido una bonita parábola –intervino Richard, el escéptico
de la clase–, pero ¿cómo la pusiste en práctica en tu empresa?
El grupo no lo sabia aún, pero el propio Richard también estaba
experimentando algunos cambios. Recientemente se había separado de su esposa y
ahora trataba de compaginar su carrera profesional con la educación de sus hijos
adolescentes.
–Bueno –contestó Michael–, pensé que mi trabajo consistía simplemente en
gestionar los problemas cotidianos tal como se presentaban. Lo que debía haber
hecho, en realidad, era mirar hacia delante y prestar atención a lo que sucedía a mi
alrededor.
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“¡Y vaya si gestionaba los problemas! ¡Durante veinticuatro horas al día! No
resultaba muy divertido estar a mi lado. Me encontraba en medio de una competencia
feroz de la que no podía salir.
–Lo que hacías era gestionar –le dijo Laura–, cuando deberías haberte
dedicado a dirigir.
–Exactamente –asintió Michael–. Entonces, al escuchar el cuento de ¿Quién se
ha llevado mi queso?, me di cuenta de que mi trabajo debía ser el de trazar una
imagen del “Queso Nuevo” que todos deseáramos alcanzar, para que pudiéramos
disfrutar cambiando y teniendo éxito, ya fuese en el trabajo o en la vida.
–¿Qué hiciste en el trabajo? –preguntó Nathan.
–Bueno, al preguntar a la gente de nuestra empresa con qué personajes de la
narración se identificaban, comprendí que en nuestra organización se hallaban
representados los cuatro personajes. Empecé a ver a los Fisgones y a los
Escurridizos, a los Hem y los Haw, a cada uno de los cuales había que tratar de un
modo diferente.
“Nuestros Fisgones eran capaces de olfatear los cambios que se estaban
produciendo en el mercado, así que nos ayudaron a actualizar nuestra visión
empresarial. Los animamos a identificar en que podían desembocar aquellos cambios,
en cuanto a nuevos productos y servicios deseados por nuestros clientes. Eso les
encantó, y nos hicieron saber que les entusiasmaba trabajar en una empresa capaz de
reconocer el cambio y adaptarse a tiempo.
“A los Escurridizos les gustaba hacer las cosas, así que se los animó a
hacerlas, basándose en la nueva visión empresarial. Sólo necesitaban un poco de
control para que no se apresuraran a seguir una dirección equivocada. Se los
recompensó entonces por aquellas acciones que nos aportaban Queso Nuevo, y a
ellos les encantó trabajar en una empresa que valoraba la acción y los resultados.
–¿Y que me dices de los Hem y los Haw? –preguntó Angela.
–Lamentablemente, los Hem eran las anclas que nos dificultaban el avance –
contestó Michael–. O bien se sentían demasiado cómodos o bien le tenían demasiado
miedo al cambio. Algunos de ellos sólo cambiaron cuando captaron la visión razonable
que les presentamos, en la que se demostraba como el cambio funcionaría en su
propio beneficio.
“Nuestros Hem nos dijeron que deseaban trabajar en un lugar en el que se
sintieran seguros, de modo que los cambios habían de tener sentido para ellos y
aumentar su sensación de seguridad. Al comprender el verdadero peligro que les
acechaba si no cambiaban, algunos lo hicieron y les fue bien. La visión empresarial
nos ayudó a transformar a muchos de nuestros Hem en Haw.
–¿Qué hicisteis con los Hem que no cambiaron? –preguntó Frank.
–Tuvimos que despedirlos –contestó Michael con pesar–. Queríamos conservar
a todos nuestros empleados, pero sabíamos que si nuestro negocio no se
transformaba con suficiente rapidez, todos sufriríamos las consecuencias y tendríamos
graves problemas.
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“Lo mejor de todo es que, si bien al principio nuestros Haw se mostraron
vacilantes, fueron lo bastante abiertos para aprender algo nuevo, actuar de modo
diferente y adaptarse a tiempo para ayudarnos a tener éxito.
“Pasaron a esperar el cambio y hasta lo buscaron activamente. Al comprender
la naturaleza humana, nos ayudaron a pintar una visión realista del Queso Nuevo. Una
visión que tenia sentido común prácticamente para todos.
“Nos dijeron que querían trabajar en una organización que diera a la gente
seguridad en sí misma y herramientas para el cambio. Y nos ayudaron a conservar
nuestro sentido del humor, al tiempo que íbamos tras nuestro Queso Nuevo.
–¿Y sacaste todo eso de un cuento tan sencillo? –preguntó Richard.
–No fue el cuento, sino aquello que hicimos de modo diferente, basándonos en
lo que tomamos de él –contestó Michael con una sonrisa.
–Yo soy un poco como Hem –admitió Angela–, así que, para mí, la parte más
poderosa de la narración fue el momento en que Haw se ríe de sus propios temores y
se hace una imagen en su mente en la que se ve a sí mismo disfrutando de “Queso
Nuevo”. Eso le permitió adentrarse en el laberinto con menos temor y disfrutar más de
la aventura. Y finalmente le fueron mejor las cosas. Eso es lo que casi siempre deseo
hacer.
–De modo que hasta los Hem comprenden a veces las ventajas del cambio –
comentó Frank con una sonrisa burlona.
–Como la ventaja de conseguir un buen aumento de sueldo –añadió Angela
con picardía.
Richard, que no había dejado de mantener el ceño fruncido durante toda la
conversación, dijo ahora:
–Mi director no hace más que decirme que nuestra empresa necesita cambiar.
Creo que me quiere dar a entender que soy yo el que necesita cambiar, pero quizá no
lo haya querido comprender así hasta ahora. Supongo que en ningún momento me di
cuenta de que era eso del “Queso Nuevo”, o de lo que el director trataba de decirme.
Oh, creo que haberlo comprendido me va a venir muy bien.
Una ligera sonrisa cruzó por la cara de Richard, que al cabo de un rato añadió:
–Debo admitir que me agrada esa idea de ver “Queso Nuevo” y de imaginarme
disfrutando con su sabor. Eso me anima mucho. En cuanto uno comprende como se
pueden mejorar las cosas, se interesa más por conseguir que se produzca el cambio.
Quizá pudiera utilizar eso en mi vida personal –añadió–. Mis hijos parecen pensar que
nada en su vida debería cambiar nunca. Supongo que actúan como Hem y que se
sienten coléricos. Probablemente, temen lo que les depare el futuro. Quizá no les haya
pintado una imagen muy realista del “Queso Nuevo”, probablemente porque ni siquiera
yo mismo la he podido ver.
El grupo guardó silencio, mientras varios de los presentes pensaban en sus
propias vidas.
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–Bueno –dijo finalmente Jessica–, la mayoría de la gente habla sobre puestos
de trabajo, pero mientras escuchaba contar la historia pensé en mi vida personal. Creo
que mi relación actual es “Queso Viejo” que esta muy enmohecido.
Cory se echó a reír, mostrándose muy de acuerdo.
–A mi me ocurre lo mismo. Probablemente necesito desprenderme de una
mala relación.
–O, quizá, el “Queso Viejo” no sea más que viejos comportamientos –intervino
Angela–. De lo que realmente necesitamos desprendernos es del comportamiento que
provoca nuestra mala relación, y pasar luego a una mejor forma de pensar y de actuar.
–Buena observación –reaccionó Cory–. El queso nuevo puede ser una relación
nueva con la misma persona.
–Empiezo a pensar que en todo esto hay mucho más de lo que me imaginaba
–dijo Richard–. Me gusta la idea de desprenderme del comportamiento antiguo, en
lugar de dejar la relación. Repetir el mismo comportamiento no hará sino obtener los
mismos resultados.
“Por lo que se refiere al trabajo, quizá en lugar de cambiar de puesto de trabajo
debería cambiar mi forma de hacer el trabajo. Probablemente, si lo hubiera hecho
antes así, ahora ya ocuparía un mejor puesto”
Becky, que vivía en otra ciudad, pero que había vuelto para participar en la
reunión dijo:
–Mientas escuchaba la narración y los comentarios que hacíais, no he podido
evitar reír de mi misma. He sido una Hem durante mucho tiempo, temerosa del
cambio. No sabía que hubiera tanta gente que hiciera lo mismo. Temo haber
transmitido esa actitud a mis hijos, sin siquiera saberlo.
“Ahora que lo pienso, me doy cuenta de que el cambio puede conducir
realmente a un lugar nuevo y mejor, aunque en el momento en que se avecina no lo
parezca así y tengamos miedo.
“Recuerdo lo que sucedió el año en que nuestro hijo ingresó en el primer curso
de la escuela superior. El trabajo de mi esposo nos obligó a trasladarnos desde Illinois
a Vermont y nuestro hijo se alteró bastante porque tenía que dejar a sus amigos. Era
muy buen nadador y la escuela superior de Vermont no contaba con equipo de
natación. Así que se enojó mucho con nosotros por obligarlo a acompañarnos.
“Resultó que se enamoró de las montañas de Vermont, empezó a esquiar,
ingresó en el equipo de esquí del colegio y ahora vive felizmente en Colorado.
“Si todos hubiéramos disfrutado juntos de esta historia del Queso, tomando una
buena taza de chocolate caliente, le habríamos ahorrado mucho estrés a nuestra
familia.
–En cuanto regrese a casa se la contaré a mi familia –dijo Jessica–. Les
preguntaré a mis hijos quién creen que soy, si Fisgón, Escurridizo, Hem o Haw; y
quiénes creen ser ellos mismos. Podemos hablar sobre lo que nuestra familia percibe
como Queso Viejo y cuál podría ser para nosotros el Queso Nuevo.
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–Esa si que es una buena idea –admitió Richard, sorprendiendo a todos,
incluso a sí mismo.
–Creo que me voy a parecer más a Haw –comentó Frank–. Procuraré cambiar
de sitio con el Queso y disfrutarlo. Y también les voy a contar esta narración a mis
amigos, a los que les preocupa abandonar el Ejercito y lo que ese cambio puede
significar para ellos. Eso podría conducirnos a algunas discusiones bastante
interesantes.
–El caso es que así fué como mejoramos nuestra empresa –dijo Michael–.
Mantuvimos varias reuniones de análisis acerca de lo que podíamos sacar en limpio
de la fábula del Queso y como podíamos aplicarla a nuestra propia situación.
“Fue estupendo porque, al hacerlo así, tuvimos a nuestra disposición una forma
de hablar y de entendernos acerca de cómo afrontar el cambio que hasta resultó
divertida. Fue algo muy efectivo, sobre todo después de que empezara a difundirse
más profundamente por la empresa.
–¿Qué quieres decir con eso de “más profundamente”? –preguntó Nathan.
–Bueno, cuanto más lejos llegábamos en nuestra organización, tanta más
gente encontrábamos con la sensación de tener menos poder. Comprensiblemente,
sentían más temor ante lo que el cambio pudiera imponerles desde arriba. Por eso se
resistían al cambio.
“En resumidas cuentas, que un cambio impuesto despierta oposición. Pero
cuando compartimos la narración del Queso con prácticamente todos los que
trabajaban en nuestra organización, eso nos ayudó a transformar nuestra forma de
considerar el cambio. Ayudó a todos a reír, o al menos a sonreír ante los viejos
temores y a experimentar el deseo de seguir adelante.
“Sólo desearía haberla escuchado antes –terminó diciendo Michael.
–¿Cómo es eso? –preguntó Carlos.
–Porque resulta que cuando empezamos a hacer frente a los cambios, el
negocio iba ya tan mal que tuvimos que despedir a parte del personal, como ya he
dicho antes, incluidos algunos buenos amigos. Fue algo muy duro para todos
nosotros. Sin embargo, los que se quedaron, y también la mayoría de los que tuvieron
que marcharse, dijeron que la narración del Queso les había ayudado mucho a ver las
cosas de modo diferente y a afrontar mejor las situaciones.
“Los que tuvieron que marcharse y buscar un nuevo puesto de trabajo dijeron
que les resultó duro al principio, pero que recordar la narración que les habíamos
contado les había ayudado.
–¿Qué fue lo que más les ayudo? –preguntó Angela.
–Una vez que dejaron atrás sus temores –contestó Michael–, me dijeron que lo
mejor de todo fue el haberse dado cuenta que ahí fuera había Queso Nuevo que,
simplemente, estaba esperando a que alguien lo encontrara.
“Dijeron tener una imagen del Queso Nuevo en su mente, viéndose a sí
mismos progresando en un nuevo puesto de trabajo, lo que los hizo sentirse mejor y
les ayudó a realizar mejores entrevistas laborales y a obtener mejores puestos.
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–¿Y qué me dices de la gente que permaneció en tu empresa? –preguntó
Laura.
–Bueno –contestó Michael–, en lugar de quejarse por los cambios cuando se
producen, la gente se limita a decir ahora “Ya han vuelto a llevarse el Queso.
Busquemos el Queso Nuevo”. Eso nos ahorra mucho tiempo y reduce el estrés.
La gente que hasta entonces se había resistido no tardó en comprender las
ventajas de cambiar y hasta ayudaron a producir el cambio.
–¿Por qué crees que cambiaron? –preguntó Cory.
–Cambiaron en cuanto varió la presión de sus compañeros en nuestra
empresa. –Después de mirar a los presentes, preguntó–: ¿Qué creéis que sucede en
la mayoría de organizaciones en las que habéis estado, cuando la alta dirección
anuncia un cambio?¿Os parece que la mayoría de la gente dice que ese cambio es
una gran idea o una mala idea?
–Una mala idea –contestó Frank.
–En efecto –asintió Michael–. ¿Y por qué?
–Porque la gente quiere que las cosas sigan igual –contestó Carlos–, y está
convencida de que el cambio será malo para todos ellos. En cuanto alguien dice que el
cambio es una mala idea, los demás dicen lo mismo.
–Así es. Cabe incluso la posibilidad de que no sientan realmente de ese modo
–corroboró Michael–, pero se muestran de acuerdo con tal de llevarse bien con los
demás. Esa es la clase de presión de los compañeros que lucha contra el cambio en
cualquier organización.
–¿Cómo cambiaron las cosas después de que la gente escuchara esta
narración del Queso? –preguntó Becky.
–La presión de los compañeros cambió –contesto Michael–, ¡sencillamente
porque nadie quería parecer un Hem!
Todos se echaron a reír.
–Querían husmear los cambios y detectarlos con antelación, ponerse
rápidamente manos a la obra en lugar de demostrar indecisión y quedarse atrás.
–Es una buena consideración –dijo Nathan–. En nuestra empresa nadie quiere
parecer un Hem. Con tal de no serlo, hasta puede que cambien. ¿Por qué nos has
contado esta fábula en nuestra última reunión? Esto podría funcionar.
–Puedes tener la seguridad de que funciona –reafirmó Michael–. Funciona
mejor, claro está, cuando todos los miembros de una organización conocen el relato,
tanto si se trata de una gran empresa como de un pequeño negocio o de la familia,
porque una organización sólo puede cambiar cuando hay en ellas suficientes personas
dispuestas a cambiar.
Luego, tras una pausa, les ofreció una última idea:
- 42 -
–Al darnos cuenta de lo bien que había funcionado para todos nosotros,
empezamos a contarle la historia a todos aquellos con los que hacíamos negocios,
conscientes de que ellos también tenían que vérselas con el cambio. Les sugerimos
que nosotros podíamos ser su “Queso Nuevo”, es decir, mejores socios que
contribuyeran a su propio éxito. Y eso, en efecto, nos condujo a nuevos negocios.
Aquello le dio a Jessica algunas ideas y le recordó que a la mañana siguiente
tenía que hacer varias llamadas de ventas a una hora muy temprana. Miró su reloj y
dijo:
–Bueno, creo que ya va siendo hora de que me retire de este depósito de
Queso y encuentre algo de Queso Nuevo.
Todos se echaron a reír e iniciaron las despedidas. Muchos de ellos deseaban
continuar con la conversación, pero tenían que marcharse. Al hacerlo, le dieron de
nuevo las gracias a Michael.
–Me alegro mucho de que este cuento os haya parecido tan útil –les dijo–, y
confío en que pronto tengáis la oportunidad de contárselo a otros.
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Referencias
“A los perdedores les afectan los cambios. Por el contrario, los ganadores son los que
generan y lideran los cambios.”
Joaquín Marcellán. Director de Recursos Humanos. Grupo Iberdrola
“Este libro maravilloso será un valioso recurso para cualquier persona o grupo que
aplique sus lecciones.”
John A. Lopiano. Vicepresidente Senior. Xerox Document Company
“En cuanto terminé de leer ¿Quién se ha llevado mi queso?, encargué ejemplares para
todos los directores de nuestra división técnica… y espero que ellos hagan lo mismo
para la gente con la que trabajan.”
Joan Banks. Whirlpool Corporation
“¿Quién se ha llevado mi queso? Será utilizado en todos nuestros programas de
formación porque crea un lenguaje para hablar del riesgo y el cambio en un tono más
ameno. Su mensaje es claro.”
Sally Grumbles, BellSouth
El librillo (tiene noventa páginas y letra de cuento de niños) se ha hecho de obligada
lectura en el mundo empresarial. Y más cuando empresas como Iberdrola, Antena 3,
Continente, Xerox y Oracle lo han regalado de forma masiva entre sus empleados.
Uno de los casos más llamativos es el de Mercadona, la cadena de supermercados,
que ha encargado 25.000 ejemplares para toda su plantilla. “Conseguir la satisfacción
del cliente nos obliga a estar en constante movimiento y el libro muestra de forma
divertida cómo conseguir estos cambios”, explican en la empresa. El presidente de la
compañía, Juan Roig, ha sido el primero en leerlo. Aecoc (la Asociación Española de
Codificación Comercial) también regaló el libro al millar de asistentes a su último
congreso.
www.expansiondirecto.com
La primera peculiaridad con "¿Quién se ha llevado mi queso?" es que se ha convertido
en el primer libro que las empresas regalan masivamente a sus empleados. Algunas
de ellas han sido (en EE.UU.): Southwest Airlines, que distribuyó 27.000 ejemplares;
Amway, 15.000; Mercedes Benz, 8.500, Kodak, 12.000... y así hasta los 700.000 libros
vendidos. ¿Razones? Según explica Johnson, un consultor de empresa independiente
que había escrito anteriormente algunos manuales de autoayuda, "este es el libro que
ayuda a lidiar con el estrés del cambio". El queso sería una metáfora de lo que es más
importante para cada persona, y el libro anima a afrontar sin desmoronarse lo que
ocurre cuando esas "cosas importantes" se modifican, especialmente en el terreno
laboral. Puesto más crudamente, y en palabras del prologuista Ken Blanchard: "Toda
empresa que aspire no sólo a sobrevivir sino a ser competitiva está cambiando
constantemente. Nos mueven el queso sin parar. Mientras que en el pasado
queríamos empleados leales, hoy necesitamos personas flexibles que no sean
posesivas con ‘la manera de hacer las cosas aquí’
www.vanguardia.es
Como ante cualquier éxito de ventas, las críticas y las alabanzas se reparten a partes
iguales. Para unos se trata de una tomadura de pelo. En la página web de Urano, la
editorial en España, los comentarios en este sentido no tienen desperdicio.
“Realmente me indigna que nos crean tan ingenuos como para creernos el ridículo
- 44 -
verso del quesito. Esta supuesta metáfora de vida es un lavacerebros de lo más
patético”, dice una lectora desde España.
En Amazon.com, un lector de Virgina (Estados Unidos) dice que “hubiera sido mejor
gastar los doce dólares que cuesta el libro en helados”. Sin embargo, y a pesar de
estas opiniones, hay que reconocer que los fans son mayoría.
En definitiva, porque el libro habla del cambio y de la necesidad que todos tenemos de
adaptarnos a un mundo (empresarial y personal) que parece volverse loco. “Me ha
gustado porque intenta vencer la aversión al riesgo y la tendencia que todos tenemos
a mantener el statu quo”, dice Santiago Íñiguez, profesor de Estrategia del Instituto de
Empresa, que, sin embargo, reconoce que la obra es bastante efectista y demasiado
simple.
Pero como dice Juan Carlos Cubeiro, director de Hay Group, al fin y al cabo, “sólo se
pierde una hora en leerla, así que es recomendable”.
Los ejecutivos españoles caen en la trampa del queso
www.expansiondirecto.com
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